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domingo, 21 de junio de 2015

Pensamiento y enfermedades


SUICIDIOS EN EUROPA, ALGUNAS
ANOTACIONES ESPIRITAS


Grecia ha sido  notable a lo largo de los siglos  como una de las cunas de la civilización occidental. A los griegos son atribuidas realizaciones legendarias en las áreas de la filosofía, las artes plásticas, el teatro, la política, la gastronomía y la organización de ciudades. Entre las mayores contribuciones está la mitología. Y las más conocidas  y notorias narrativas mitológicas están contenidas en las dos grandes obras de Homero, “"La Ilíada" y "La Odisea". Algunos de los exponentes griegos como Sócrates, Platón, Aristoteles, Pericles y Solón (entre muchos) son considerados patrimonios eternos de la sabiduría humana.
Los milenios se desvanecen en los dedadas de los años. Hoy Grecia atraviesa  momentos de flagelos económicos con drásticas consecuencias psicosociales. Olas de suicidios adensan la psicosfera griega. En los cinco primeros meses del 2011, hubo un aumento de 40% en los suicidios en la republica helénica, a semejanza al periodo homologo, conforme datos del Ministerio de la Salud. Bajo el punto de vista sociológico, el suicidio es un acto que se produce en el marco de situaciones anómicas (1), en donde los individuos se ven forzados a quitar la propia vida para evitar conflictos o tensiones inter-humanas, para ellos insoportables.
El pensador Émile Durkheim teoriza que la “causa del suicidio, casi siempre, es de raíz social, o sea, el ser individual es abatido por el ser social. Adsorbido por los valores [sin valor], como el consumismo, la búsqueda del placer inmediato, la competitividad, la necesidad de no ser un perdedor, de ser el mejor, de no hablar, el joven se aparta de si mismo y de su naturaleza.
Según la evaluación de los estudiosos algunos países del Viejo Continente precisan  de un plano nacional para la prevención de suicidios, pues es asustador el número de muertes auto-infligidas. La tasa de autocidio aumento en toda Europa  desde el inicio de la crisis financiera en 2008, de  acuerdo con un estudio reciente del jornal médico británico The Lancet, Grecia es uno de los países que sufrió el mayor impacto de la crisis.
En Francia, como si no bastase el preocupante “Día nacional de prevención al suicidio” , la Justicia francesa está investigando la ola de suicidios en la operadora de telefonía France Telecon. En los últimos años, 46 funcionarios de la compañía  se mataron -11 de ellos apenas en el 2010, según datos de la dirección de la empresa y de los sindicatos.
Hasta aun mismo en el Nuevo Mundo, en los EUA la Universidad de Cornell, en el estado americano de Nueva York, lanzó recientemente una campaña  de prevención al suicidio. La Universidad ya carga hace mucho tiempo la fama negativa de ser una escuela marcada por suicidios. Entre el 2000  y el 2005, hubo diez casos de suicidios confirmados en Cornell.
El suicidio es una acto exclusivamente humano y está presente en todas las culturas. Los vínculos causales son numerosos y complejos. Los determinantes del suicidio patológico están en las inquietudes mentales, desesperación, tristezas, desequilibrios emocionales, delirios crónicos, etc.
Existen los procesos depresivos, donde existen perdidas de energía vital del organismo, desvitalizándolo, y, consecuentemente, interfiriendo en todo el mecanismo inmunológico del ser. El suicida es, especialmente,  un deprimido, y la depresión es la dolencia de la modernidad. La religión, la moral, todas las filosofías condenan el suicidio como contrario a las leyes de la Naturaleza. Todas aseveran que nadie tiene el derecho de abreviar, voluntariamente, la vida. ¿Por qué no se tiene ese derecho?
Al Espiritismo estaba reservado comprobar, por el ejemplo de los que sucumbieron, que el suicidio no es una falta solamente por constituir infracción de una ley moral- consideración, esa, de poco peso para ciertos individuos – más, también, un acto estúpido, puesto que nada gana quien lo practica. La Doctrina de los Espíritus advierte que el suicida, más allá de sufrir en el plano espiritual las dolorosas consecuencias de su gesto impensado, de la rebelión a las leyes de la vida, aun renacerá con todas las secuelas físicas de ahí resultantes, y tendrá que someterse, nuevamente, a la misma situación de pruebas que su flácida fe y distanciamiento de Dios no le permitieron el éxito existencial.
A rigor, no existe persona “débil”, hasta el punto de no poder soportar un problema, por juzgarlo superior a  sus fuerzas. Lo que de hecho ocurre es que esa criatura no sabe cómo manejar  su propia  voluntad y enfrentar los desafíos. En la Tierra, es preciso tener calma para vivir, hasta porque, no hay tormentos y problemas que duren una eternidad. Recordemos que Jesús nos aseguró que “El Padre no da fardos más pesados que nuestros hombros “ y “aquel que persevera hasta el fin, será salvo” (2)
Situación grave que merece ser evaluada es la obsesión. Hay suicidios que se figuran como verdaderos asesinatos, cometidos por perseguidores desencarnados (y encarnados también). Esos seres envuelven de tal forma a la victima que la inducen a quitarse la vida.  Obviamente el suicida en ese caso no estará exento de  responsabilidad. Hasta porque un obsesor no obliga a nadie al suicidio. El sugiere telepáticamente el acto, sin embargo la decisión será siempre del autocida.
Reflexionando sobre  la grave cuestión en el “Libro de los Espíritus”, Kardec pregunta a los Espíritus “¿qué pensar  del suicidio que tiene por causa el hastió de la vida? los Benefactores de la Codificación Espirita respondieron: ¡Insensatos! ¿Por qué no trabajan? ¡La existencia no les resultaría una carga!”(3) “La vida en la Tierra fue dada como prueba y expiación, y depende del propio hombre luchar, con todas las fuerzas, para ser feliz lo que pueda, armonizando sus dolores (4)
Jorge Hessen



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La pesca milagrosa relatada en el Evangelio

         Demostración de la inmortalidad 
“Jesús se manifestó de nuevo a los discípulos en el mar de Tiberíades. Fue de este modo:
Estaban juntos Simón Pedro, Tomás “el Mellizo”, Natanael el de Caná de Galilea, los hijos de Zabedeo y otros dos discípulos. Simón Pedro les dijo: Voy a pescar. Le contestaron: Nosotros también vamos contigo. Salieron y subieron a la barca. Aquella noche no pescaron nada. Al amanecer, estaba Jesús en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús. Jesús les dijo: Muchachos, ¿tenéis algo que comer? Le contestaron: No. Él les dijo: echad la red al lado derecho de la barca y encontraréis. La echaron, y no podían sacarla por la cantidad de peces. Entonces el discípulo preferido de Jesús dijo a Pedro: Es el Señor. Simón Pedro, al oír que era el Señor, se vistió, pues estaba desnudo, y se echó al mar. Los demás discípulos llegaron con la barca, ya que no estaba lejos de tierra, a unos cientos, arrastrando la red con los peces.


Al saltar a tierra, vieron unas brasas y un pescado sobre ellas, y pan. Jesús les dijo: Traed los peces que acabáis de pescar. Simón Pedro subió a la barca y sacó a tierra la red llena de ciento cincuenta y tres peces grandes. Y, a pesar de ser tantos, no se rompió la red. Jesús les dijo: Venid y comed. Ninguno de los discípulos se atrevió a preguntarle: ¿Tú quién eres?, pues sabían que era el Señor. Entonces Jesús se acercó, tomó el pan y se lo dio; y lo mismo el pescado. Esta fue la tercera vez que se apareció a los discípulos después de haber resucitado de entre los muertos.” (Juan, XXI, 1-14).



Para grabar mejor en el alma de sus discípulos la realidad absoluta de la sobrevivencia, Jesús, el Maestro y Señor, no se conforma con las pruebas que ya les había dado de la Vida del Más Allá; repitió esas pruebas con otros tantos hechos inequívocos y perentorios, que representan cuanto puede al Espíritu separado de su cuerpo mortal y en su existencia real de la Vida Eterna. La “pesca milagrosa”, la acción que el Maestro ejerció sobre sus seguidores, los hechos que les presentó, al partir el pan, al distribuir los peces, en fin, repitiendo propiamente lo que ya había hecho, cuando vivía con ellos en su manifestación corporal, apareciendo, comunicándose, fortaleciendo relaciones con los seres queridos, Jesús, no sólo les quiso dar una prueba de su amor, sino también destacar que la aparición y comunicación de los Espíritus representa la Ley Providencial para que el hombre comprenda en qué consiste la vida y qué es la Muerte.



Parece claro y lógico que, si fuese condenada por Dios la comunicación entre ambos mundos – el visible y el invisible – Jesús, el Maestro por excelencia, el Representante, el Enviado del Supremo Señor, el ejecutor de sus Leyes, no hubiera sancionado con el ejemplo esa ley que rige ambos mundos. Si es un crimen practicar ese ministerio, como creen erróneamente los jefes de las religiones sacerdotales, Jesús es un criminal, infractor de la Ley, en lugar de ser un cumplidor de la misma. ¿Y será creíble que el Maestro, que se nos presentó como el ejemplo vivo de la Verdad, Él que se afirmó el Camino, la Verdad y la Vida, y que dijo que no pasaría una tilde de la Ley sin que todo fuese cumplido, infringiese la Ley con esas apariciones y manifestaciones?



Las apariciones de Cristo autorizan forzosamente las apariciones de los “muertos”, y, en consecuencia, sus comunicaciones con nosotros. Pablo, que es doctor en esta materia, dice: Si los muertos no resucitan, Cristo tampoco resucitó, y es nula nuestra fe. Resurrección quiere decir “aparición, manifestación, comunicación”, palabras que, traducidas en hechos, se hallan estrechamente unidas. Y así como los Apóstoles supieron de la Resurrección de Cristo teniendo con Él relaciones de amistad y simpatía, los verdaderos cristianos, que saben que la vida en su realidad es una y que la existencia terrestre no es más que una fase de la Vida Real, también supieron de la resurrección de los “muertos” comunicándose con ellos. Si es pecado, si es un crimen tener relaciones con los que pasaron para el Más Allá, ipso facto no puede dejar de haber pecado en las comunicaciones de Cristo y en las de los santos, cuyas narrativas llenan las páginas de la Historia.

Cairbar Schutel

Extraído del libro "Parábolas y enseñanza se Jesús"


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PENSAMIENTO Y ENFERMEDADES



La conciencia del ser humano se expande por todo su organismo por medio de las variadas expresiones de capacidad vibratoria de los elementos que lo constituyen.

De ese modo, operando en la armonía conjunta, cada célula es portadora de la condensación de la conciencia individual, en cuyas tramas delicadas se imprimen las necesidades evolutivas del ser humano.

Trabajadas por los comandos del periespiritu ellas resultan de la condensación de ondas específicas que conducen los contenidos morales encargados de producir los órganos y los diversos mecanismos constitutivos del individuo.

Por tanto, la célula es, en si misma, la materialización del molde energético por el modelo organizador biológico.

Cuando ocurre la separación molecular de cada una, por medio del fenómeno de la muerte física, no se produce la aniquilación o la desintegración de aquel que la constituía, permaneciendo como parte integrante del conjunto ordenador. Como consecuencia, cada una posee registros especiales que se encargan de sincronizarse en un conjunto armónico total. Ese tipo de registro puede ser considerado como una forma de conciencia embrionaria que conduce y preserva informaciones sobre los acontecimientos de los cuales participa.

De esa forma, el periespiritu también está constituido por el conjunto de esas conciencias celulares que forman la conciencia global encargada de transmitir al espíritu las memorias, las conquistas y realizaciones de cada experiencia reencarnatoria y de todas ellas reunidas, siempre alteradas conforme a las transformaciones naturales de la etapa vivenciada.

Los pensamientos que se originan en el ser espiritual, a medida que se transfieren hacia las áreas de la sensación, de la emoción de la acción, imprimen sus contenidos en las referidas células de energía que los ejecutan en la forma física, estableciendo los resultados conforme a la calidad de la onda mental.

Debido al tenor vibratorio de cada emisión pensante, la carga estimula a la conciencia celular que se siente más fortalecida, generando salud o se desarmoniza, produciendo la enfermedad. Aunque se desestructure la célula física, en el proceso de desorganización se libera la de naturaleza energética, que influenciará a los futuros mecanismos de equilibrio o desajustes del ser humano.

Las enfermedades más graves son aquellas que se originan en el alma, expandiéndose por el organismo físico y transformándose en procesos degenerativos, infecciosos, produciendo dolores o se exteriorizan como conflictos que se convierten en trastornos psíquicos, cuya gravedad se encuentra en la razón de la causa productora.

El semillero del odio, de los celos, de la envidia, de la ira y de otros anestésicos del espíritu, produce virus y vibriones psíquicos que atacan al organismo propio así como al de aquel que, desprevenido, inspiró la producción de esas ondas desbastadoras que la mente produce y dirige conforme a su estructura moral. Al mismo tiempo, ideoplastia sustentadas por el pensamiento fijo en ideas perturbadoras y agresivas, contribuyen para que surjan toxinas que invaden el organismo desarticulándose la contextura vibratoria, enfermándolo y trabajando para matar sus defensas y los factores inmunológicos.

La conducta mental expresa el nivel de evolución en que se encuentra cada ser, encargándose de producir bienestar o malestar, salud o enfermedad, alegría o tristeza, resultando siempre de la faja vibratoria en la que permanece.

Esas conductas esdrújulas, en las que muchos se complacen, se transfieren de una existencia hacia otra, debido a la memoria y conciencia de la célula psíquica, que modelará la equivalente orgánica con la carga de energía que conduce. De esta forma, esa onda influenciará a la criatura desde su formación genética, alterándole su estructura de acuerdo con la calidad del mensaje de que sea portadora.

Las enfermedades del alma tienen un carácter psíquico y se encuentran en los pliegues de lamente desvariada, que se vincula a los estados aberrantes del comportamiento, cuando podría ser dirigida hacia las aspiraciones del equilibrio, de la razón, de la felicidad.

Los sentimiento viles abren campo a su instalación, tornándose de difícil diagnostico y deficiente tratamiento, improbable de otorgar resultados favorables a la salud.

Es por eso que, los desvaríos del sexo, los vicios de cualquier naturaleza, la irascibilidad, los estados pesimistas, se transforman en agentes vivos que se encargan de actuar conforme la dirección que reciben de la dinamo mental generadora de la cual proceden.

De la misma forma sucedería si fuesen cultivados otros sentimientos y preservados los valores éticos promotores del ser, que se encargarían de corresponder a la fuente productora con ondas de bienestar, de esperanza, de armonía, de felicidad…

Los cromosomas que se implantan en la estructura física mediante el núcleo de la célula en que se establecen, se mantienen en el Espíritu debido al citoplasma en el cual e fijan.

Son indestructibles, enviando sus mensajes a través del núcleo genético, al tiempo en que plasman las futuras formas en todos los seres, en el plano físico o espiritual.

Cuanto más penetra la investigación científica en la estructura de la forma, mejor verifica que la misma es una aglutinación de partículas cada vez menores hasta perderse en la energía que es el punto de partida hacia la materia.

Como el espíritu es energía pensante, principio inteligente del Universo, asimila las vibraciones más sutiles y las exterioriza mediante ondas mentales que toman cuerpo, tornándose parte integrante del conjunto en el que la vida física se manifiesta.

Al ser así, los vicios generadores de enfermedades del alma – que permanecen como depresión, tormentos íntimos, angustia, inseguridad y otros – cuando se produce la desencarnación del paciente, prosiguen imanados a los campos psíquicos en los cuales fueron generados, exigiendo un periodo correspondiente de cambio mental para ser diluidos y desaparecer.

El acontecimiento de la muerte biológica no facilita la liberación de los hábitos perversos y enfermizos que fueron cobijados durante largo periodo de la existencia física. De la misma forma que se fueron implantando lentamente y generando acondicionamientos que se transformaron en procesos perturbadores, la readaptación al equilibrio y la reconstrucción de las estructuras energéticas afectadas exigen el tiempo correspondiente, durante el cual son recompuestos los campos vibratorios que fueron dañados.

Eso es comprensible, porque las descargas producidas por los sentimientos viles producen toxinas de alto tenor hormonal que modifican los códigos del ADN, fijando en ellos el tipo de onda y su procedencia perturbadora. A medida que se repiten esas fijaciones a lo largo del tiempo, es mayor el daño causado a la estructura intima del mismo, imponiendo como proceso de reparación, desde el más allá, un cambio total de comportamiento, que se encarga de sustituir su doble hélice, que son los dos cordones entrelazados y formados por una sustancia química especifica.

Por ello las enfermedades del alma solo se podrán recuperar cuando hubiere una transformación estructural del pensamiento, que se encargará de reconstruir nuevas bases súper sutiles, que se consubstanciaran en los futuros códigos del ADN, restableciendo la conciencia individual de las células y finalmente, integrando la conciencia del ser en el conjunto de la armonía de la Conciencia Cósmica.

Extraído del libro “Días Gloriosos” de Divaldo Pereira Franco dictado por el Espíritu Juana de Angelis.

                                                                     
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  NO QUISO DEJAR AQUÍ NINGUNA DEUDA

En un buque de la marina imperial francesa, que cumplía una misión en los mares de la China, toda la tripulación, desde los marineros hasta el comandante, se ocupaba de hacer que las mesas hablaran. Tuvieron la idea de evocar al Espíritu de un teniente que había pertenecido a la unidad de ese mismo navío, y que había muerto dos años antes. El Espíritu acudió y, tras diversas comunicaciones que colmaron de asombro a todos los presentes, declaró lo siguiente, por medio de golpes: “Os ruego encarecidamente que os ocupéis de pagar al capitán la suma de... (indicaba la cantidad), que le debo, y decidle que lamento no haber podido restituírsela antes de mi muerte”. Nadie conocía el hecho. El capitán mismo había olvidado aquella deuda que, por otra parte, era insignificante. No obstante, al buscar entre sus cuentas, halló el registro de la deuda del teniente, cuyo monto era exactamente igual al que había mencionado el Espíritu. Ahora preguntamos: ¿del pensamiento de quién podía ser reflejo esa indicación?

EL LIBRO DE LOS MÉDIUMS

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