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domingo, 24 de mayo de 2015

`La ciudadanía en el Espiritismo




¿Es el Espiritismo una 

religión? 

El Espiritismo es una doctrina filosófica que tiene consecuencias religiosas como toda filosofía espiritualista, y por esto mismo toca forzosamente las bases fundamentales de todas las religiones: Dios, el alma y la vida futura; pero no es una religión constituida, dado que no tiene culto, rito ni templo, y que entre sus adeptos ninguno ha tomado ni recibido título de ningún tipo. El Espiritismo no posee dogmas, ni cultos, ni ritos, ni ceremonias, ni jerarquías; no pide, ni admite ninguna fe ciega, quiere que todo sea comprendido. Está basado, pues, en principios independientes de toda cuestión dogmática. El Espiritismo no es por tanto una religión porque no hay una palabra para expresar dos ideas diferentes, y que, en la opinión general, la palabra religión es inseparable de culto, despierta exclusivamente una idea que el Espiritismo no tiene. No teniendo el Espiritismo ninguno de los caracteres de una religión en la acepción usual del vocablo, no podía ni debía adornarse con un título sobre cuyo valor inevitablemente se habría equivocado. Es por esto por lo que simplemente se dice doctrina filosófica y moral. No obstante sus consecuencias morales están implícitamente en el Cristianismo, porque es la moral que recomiendan los espíritus, y la más alta expresión de caridad y amor la prójimo que encontramos. 

(Tomado de Qué es el Espiritismo. Allan Kardec.)



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    El hombre de bien exige todo de sí mismo. El hombre mediocre espera todo de los otros. 
Confucio

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                          AUTODESCUBRIMIENTO

Mucho antes de la valiosa contribución de los psiquiatras y psicólogos humanistas y Transpersonales, como Kübles-Ross, Grof, Raymond Moody Júnior, Maslow, Tart, Víctor Frankl, Goleman y otros, que pusieron el alma como base de los fenómenos humanos, la psicología espírita demostró que, sin una visión espiritual de la existencia física, la propia vida permanecería sin sentido o significado.

La reducción, en psicología, vuelve al ser humano un montón de células bajo la dirección del sistema nervioso central, víctima por los factores de la herencia y por los caprichos aberrantes del acaso.

La salud y la dolencia, la felicidad y la desdicha, la genialidad y las patologías mentales, limitadoras y crueles, no pasan de ocurrencias estúpidas de la eventualidad genética.

Considerándolo así, el ser humano comenzaría en la concepción y se anularía en la muerte, un periodo muy breve para el trabajo que la Naturaleza aplicó más de dos billones de años, aglutinando y perfeccionando moléculas, que se transformaron en un código biológico fatalista…

Por otro lado, la ingeniería genética actual, aliándose a la biología molecular, comienza a detectar la energía como factor causal para la construcción del individuo, que pasa a ser heredero de sí mismo, en los avanzados procesos de las experiencias de la evolución.

Los conceptos materialistas, de ese modo, aferrados al mecanismo fatalista, ceden lugar a una concepción espiritualista para la criatura humana, liberándola de las pasiones animales y de los atavismos que aun le son predominantes.

Innegablemente, Freud y Jung enseñaron una visión más profunda del ser humano con el descubrimiento y estudio del inconsciente, así como de los arquetipos, respectivamente, constatando la realidad del Espíritu, como explicación para los comportamientos variados de los diferentes individuos; procedentes del mismo árbol genético, ellos se presentan fisiológica y psicológicamente opuestos, bien y mal dotados, con equipos de salud y de desconcierto.

No nos atrevemos a negar los factores hereditarios, sociales y familiares en la formación de la personalidad de la criatura. No obstante, el retraso que de ellos derivan de necesidades de la evolución, que imponen la reencarnación en el lugar adecuado, entre aquellos que propician los recursos compatibles para el trabajo de auto-iluminación, de crecimiento interior.

El hogar ejerce, sin cualquier duda, como ocurre con el ambiente social, significativa influencia en el ser, cuyos tributos serán el equilibrio o el desorden moral, la armonía física o psíquica correspondiente al estado evolutivo en el cual se encuentra.

La necesidad, por tanto, del auto-descubrimiento, en una panorámica racional se vuelve improrrogable, a fin de favorecer la recuperación, cuando en estado de desarmonía, o el crecimiento, se es portador de valores intrínsecos latentes. En cuanto no se conciencie de las propias posibilidades, el individuo se aturde en conflictos de naturaleza destructiva, o huye espectacularmente para estados depresivos, sumergiéndose en psicosis de variado orden, que lo dominan y no hacen viable su evolución, por lo menos momentáneamente.

La experiencia del auto descubrimiento le faculta identificar los límites y las dependencias, las aspiraciones verdaderas y las falsas, los embustes del ego y las imposturas de la ilusión.

Le restan en el comportamiento, como herencia de las cimas ya vencidos por la evolución, la dualidad del negativismo y del positivismo delante de las decisiones a tomar.

No identificado con los propósitos de la finalidad superior de la Vida, en cuanto es invitado a la liberación de los vicios y pasiones perturbadores, de las aflicciones y tendencias destructivas, esa dualidad de lo negativo y de lo positivo se le diseña en el pensamiento, dificultándole la decisión.

Es común, entonces, el asalto mental por la duda: ¿Esto o aquello? La definición se hace con inseguridad y el asalto para la ejecución del propósito nuevo disminuye o desaparece en base a las continuas inseguridades.

Se hace imprescindible algunos requisitos para que sea logrado el auto-descubrimiento con la finalidad de bienestar y de plenos logros, a saber: insatisfacción por lo que se es, o se posee o cómo se encuentra; deseo sincero de cambios; persistencia en el intento; disposición para aceptarse y vencerse; capacidad para crecer emocionalmente.

Porque se desconoce, víctimas por herencias ancestrales – de otras reencarnaciones -,de castraciones domésticas, de fobias que prevalecen de la infancia, por la falta de madurez psicológica y otras, el individuo permanece frágil, susceptible a los estímulos negativos, por falta de auto-estima, de auto-respeto, dominado por los complejos de inferioridad y por la timidez, refugiándose en la inseguridad y padeciendo aflicciones perfectamente superables, que le cumple superar mediante un cuidadoso programa de discernimiento de los objetivos de la vida y por el empeño en vivirlo.

Inadvertidamente o por comodidad, la mayoría de las personas acepta y se somete a lo que podría cambiar a beneficio propio, auto castigándose, y creyendo merecer el sufrimiento y la infelicidad con que se ve enfrentados, cuando el propósito de la Divinidad para con sus criaturas es la plenitud, es la perfección.

Dominado por la conducta infantil de los premios y de los castigos, el individuo no madura el yo profundo, continuando bajo el yugo de los caprichos del ego, confundiendo resignación con la indiferencia por la propia realización del hecho – dolor sin rebeldía, sin embargo actuando para erradicarla.

Liberándose de las imágenes erróneas a respecto de la vida, el ser debe asumir la realidad del proceso de la evolución y vencerse, superando los hechos de perturbación y de destrucción.

Al presentar nuestro libro a los interesados en la explicación de sí mismo, intentamos colocar puentes entre los mecanismos de las psicologías humanista y transpersonal con la Doctrina Espírita, que las ilumina y completa, así cooperando de alguna forma con aquellos que se empeñan en la búsqueda interior, en el auto descubrimiento.

No nos facultamos la ilusión de considerar nuestro trabajo más que un simple ensayo sobre el asunto, con un elenco amplio de temas compilados en el pensamiento de los eméritos del alma y con nuestra contribución personal.

Una centella puede encender un incendio.
Una brazada de luz abre una brecha en las tinieblas.
Una gota de bálsamo suaviza la aflicción.
Una palabra sabia guía una vida.
Un gesto de amor inspira esperanza y da paz.

Esta es una pequeña contribución que dirigimos a los que sinceramente se buscan, teniendo a Jesús como Modelo y Terapia Superior para los problemas del cuerpo, de la mente y del espíritu.

Rogando excusas por su sencillez, permanecemos confiados en los resultados felices de aquellos que intentan el auto-descubrimiento, avanzando en paz.

(Del libro Auto-descubrimiento – Una búsqueda interior por Joanna de Ângelis/Divaldo P. Franco

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SEPARACIÓN DEL ALMA Y EL CUERPO

154) El cuerpo o el alma siente algun dolor en el momento de la muerte?
 
– No; el cuerpo sufre muchas veces mas durante la vida que en el  momento de la muerte: el alma no toma ninguna parte en eso. Los sufrimientos que a veces ocorren en el  momento de la muerte son una alegria para el Espíritu, que ve llegar el fin de su exílio.

 
En la muerte natural, la que acontece por el agotamiento de los órganos como consecuencia de la edad, el hombre deja la vida sin darse cuenta de eso: es como un foco de luz que se apaga por falta de suministro


155) ¿ Como se opera la separación del alma y del cuerpo? 
– Cuando los lazos que la retienen se rompen, ella se desprende.

155a) ¿ La separación se opera instantaneamente y por una transición brusca?, ¿ Hay una linea de demarcación nitidamente trazada entre la vida y la muerte? 
– No; el alma se desprende gradualmente y no escapa como um pájaro cautivo subitamente liberado. Esos dos estados se tocan y se confunden de manera que el Espíritu se desprende poco a poco de los lazos que lo retenían al cuerpo físico: ellos se desatan, no se quiebran.

   Durante la vida, el Espíritu se encuentra preso al cuerpo por su envoltorio semimaterial o periespíritu. La muerte solo es la destrucción del cuerpo y no del periespíritu, que se separa del cuerpo cuando en él cesa la vida orgánica. La observación demuestra que en el instante de la muerte, el desprendimiento del periespíritu no se completa subitamente; se opera gradualmente y con una lentitud muy variable, conforme a los indivíduos. Para unos es bastante rápido y se puede decir que el momento de la muerte es en el mismo instante que la liberación casi inmediata. Pero para otros, aquellos cuya vida fue extremadamente material y sensual, el desprendimiento es más demorado y dura algunas veces, días, semanas y hasta inclusive meses. Eso sin que haya en el cuerpo la menor vitalidad ni la posibilidad de un retorno a la vida, pero una simple afinidad entre cuerpo y Espíritu, afinidad que siempre se da en razón de la importancia que durante la vida, el Espíritu dió a la materia. Es racional concebir, de hecho, que cuanto más se identifica el Espíritu con la materia, más sufre al separarse de ella. Por otro lado, la actividad intelectual y moral, la elevación de pensamientos, operan un inicio de desprendimiento, tanto como en la vida del cuerpo, de tal forma que, cuando la muerte llega, el desprendimiento es casi instantáneo. Ese es el resultado de los estudios hechos en todos los indivíduos observados en el momento de la muerte. Esas observaciones también prueban que la afinidad que persiste en algunos indivíduos, entre el alma y el cuerpo, es algunas veces muy dolorosa, visto que el Espíritu puede sentir el horror de la descomposición. Ese caso es excepcional y particular para ciertos géneros de vida y ciertos géneros de muerte; se ha verificado entre algunos suicidas.

 (El Libro de los Espíritus - Preguntas nº: 154,155 e 
155a)
 Por un efecto contrario, la unión del periespíritu y de la materia carnal, que se se efectuará bajo la influencia del principio vital del germen, cesa desde que ese principio deja de actuar,como consecuencia de la desorganización del cuerpo. Mantenida que era por una fuerza actuante, tal unión se deshace, cuando esa fuerza deja de actuar. Entonces, el periespíritu se desprende, molécula a molécula, conforme se unió, y al Espíritu le es restituida la libertad. Así, no es la partida del Espíritu la que causa la muere del cuerpo; esta es la que etermina la partida del Espíritu.
Dado que, un instante después de la muerte, se completa la integración del Espíritu; que sus facultades adquieren hasta un mayor poder de penetración, al paso que el principio de vida se halla extinto en el cuerpo, evidentemente  queda probado que son distintos el principio vital y el principio espiritual.
(A Gênese - Allan Kardec)


                            
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LA CIUDADANÍA EN EL ESPIRITISMO

Muchos espiritualistas tienen la costumbre de decir que toda espiritualidad, espiritismo incluido, debería ser apolítica, lo cual equivaldría a decir que deberíamos sustraernos de todo contexto de vida social, mientras que todos estamos involucrados en la marcha del mundo que no puede dejar a nadie indiferente.
En el plano de la ética, el espiritismo representa y defiende cierto número de valores universales que, se quiera o no, tienen repercusiones sociales y políticas.
Pensando al respecto podríamos  creer que hay que  dejar la organización de la sociedad a los políticos y el contacto con el más allá a los espíritas separando bien los temas: “Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios” habría respondido Jesús a los fariseos que trataban de atraparlo respecto a la legitimidad del impuesto romano… Y uno se contentaría entonces con una espiritualidad totalmente vuelta hacia el más allá sin ninguna consecuencia sobre nuestras vidas de este mundo.
Y sin embargo, cuando se descubre el más allá, se descubren simultáneamente los espíritus que hacen el balance terrenal de su última vida, balance que no siempre es muy brillante y justamente a causa de comportamientos, sentimientos o acciones que estaban muy alejados de los valores universales del amor, el compartir y la justicia. Así pues, aun cuando se habla del más allá, todos nos volvemos hacia nuestra condición humana que debe ser ponderada a la luz de nuestra filosofía, si es que esta filosofía debe tener una función. ¿De qué serviría demostrar la existencia de los espíritus y de una fuerza divina, si nuestras vidas no adquieren un sentido particular en la búsqueda de una armonía entre los humanos? ¿Será necesario entonces que el espiritismo esté vuelto solamente hacia el más allá, independientemente de nuestras existencias humanas que siempre serían sufridas en una resignación expiatoria, y esto, en provecho de los poderosos que siempre han sabido explotar a las clases populares a partir de una religión “opio del pueblo”, en tiempos feudales? Y que todavía hoy las explotan a partir de argumentos que, por supuesto, ya no son religiosos. He aquí ya una primera interrogante a la que respondemos que el espiritismo no puede evadir una reflexión sobre nuestras sociedades, pues entonces perdería su alma, es decir su sustancia y su verdadera función emancipadora: volverse no solamente hacia los espíritus, sino también hacia los humanos a partir de principios de igualdad, justicia y responsabilidad que ya eran conceptos contenidos en El Libro de los Espíritus de Allan Kardec, principios que se conjugaban con los derechos del hombre y el ciudadano heredados de la Revolución Francesa: libertad, igualdad, fraternidad.
Con justa razón se deben evocar estos valores que forman parte de nuestra herencia, a la vez nacional y espírita, en los tiempos actuales que plantean muchas interrogantes, no sólo para el porvenir de nuestro país, sino también para el del mundo entero, cuya evolución está aún supeditada a una globalización económica y financiera que ha tomado un camino desastroso, susceptible de conducirnos a conflictos sin fin, donde la hegemonía de unos será la desgracia de otros. En todo esto, ¿qué importancia tienen las elecciones porvenir en diferentes países? Son elecciones que toman un giro particular en la medida en que tienen lugar sobre el fondo de una grave crisis que nadie puede ignorar. Y nuestros candidatos están bien obligados a ubicarse respecto a esta crisis que es lo que más está en juego en nuestro porvenir. Todos van de sus propuestas más clásicas a las más radicales, lo cual en sí no es ninguna novedad. Pero hay un fenómeno inquietante, el del ascenso de la xenofobia teñida de racismo, porque en períodos de crisis, está la ley de género, hay que encontrar culpables, y entonces los habituales chivos expiatorios de la crisis son los que llevan la peor parte: los extranjeros.
Como espiritas, tenemos el deber de ciudadanía  hablar de nuestro pasado, es responsabilidad de cada uno de nosotros devolver todo su sentido a los valores intelectuales, morales y éticos por cuya defensa muchos de nuestros antepasados dieron su vida. El espiritismo reúne a los espíritus y a los hombres de buena voluntad, aquellos que rechazan la injusticia, la guerra y la ganancia. Un hombre, una mujer que luchan en el país por una sociedad más humana, se convierten después de su muerte, en un espíritu que persigue aún más esa búsqueda de la esperanza de que otro mundo es posible.
El espirita no debe abstenerse  de sus deberes políticos. Muy por el contrario, esos deberes deben ser cumplidos escrupulosamente por los espiritas. Más cumplir los deberes políticos es cosa diferente a entregarse  a la vida política. para cumplir aquellos nos basta observar las leyes, comparecer a los pleitos electorales, votando  con pensamiento elevado y sin pasiones, apoyar , con buenos argumentos, y cuando sea posible con ayuda practica, a las buenas causas, , defender a los oprimidos, librarse siempre de apoyar las causas más injustas, perjudiciales a la colectividad y librarse principalmente de compromisos con los crímenes políticos, sea en beneficio propio o de otros, y más aun con la pretensión absurda de beneficiar el Espiritismo o instituciones espiritas. Para entregarse a la vida política, es necesario envolverse en todas sus complicaciones, en todas sus enmarañadas y confusas situaciones actuales.
La política del mundo es hecha, aun, de la pasión por las cosas mundanas, particularmente la pasión de poder, que embriaga a la vanidad humana. El espirita tiene otra política a ejecutar: la humildad, que identifica al hombre con los infelices, los sufridores del mundo, y no le lleva  para las altas posiciones terrenas, más si para los puestos de socorro de la caridad cristiana. “En mi Reino, dice Jesucristo, los mayores son los que sirven” Y para servir el no precisa  de cargos en partidos políticos, de cargos o puestos en la administración pública. Le basta el sentido espirita de caridad, en todas sus formas, según enseña el Espiritismo. Amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a sí mismo: ¿Qué mejor política pude existir que esa? Pues esa es la política espirita y, por tanto, la de todo espirita sincero. 
El espirita, desde el momento que aceptó conscientemente el Espiritismo, se alisto en la política del amor universal;
Su único partido es el Reino de Dios, y su plataforma política es el Sermón de la Montaña; en el caso que sea llevado a cargos públicos, llamado a cualquier actividad política del mundo, no debe olvidar su cualidad de espirita, y ha de hacer todo porque la luz que hay en el, no se hagan tinieblas; amor y caridad deben constituir sus armas  políticas, aun mismo que eso le cueste la oposición de los propios compañeros, pues es mejor estar solo con la Verdad que estar acompañado por la mentira.
Realizado por Mercedes Cruz Reyes
Extraído de Diversos libros y del Tesoro de los Espiritas de Miguel Vives. Y de la revista “Jornal Espirita”

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