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viernes, 13 de febrero de 2015

LAS VIDAS SUCESIVAS


Ivonne de Amaral Pereira
PARA LOS QUE AMAN Y RESPETAN LA DOCTRINA DEL CONSOLADOR

El Espiritismo dilata el pensamiento y abre nuevos horizontes; en lugar de tener una vista estrecha y mezquina que concentra la atención en la vida presente, enseña que esta vida solo es un eslabón en el conjunto armonioso y grandioso de la obra del creador.

Como Espíritus eternos que somos, estamos hoy en el punto exacto de la evolución para la cual nos preparamos, con los recursos más adecuados para la solución de nuestros problemas y tareas, según los compromisos que contrajimos, sea en el campo del progreso necesario o en la esfera de la prueba rectificadora.

La base de la tranquilidad del hombre reside en su integridad en la conciencia, debiendo comprender que todos sus problemas  constituyen débitos  que le compete resarcir y que todas las facilidades que nos enriquecen el camino son instrumentos que el Señor nos presta, a fin de que nos sirvamos de ellos  para utilizar nuestra voluntad, construyendo  un mundo feliz en el futuro y comprendiendo así que la vida nos devuelve aquello que le damos.

Incontestablemente la sociedad terrena está muy avanzada en la senda del progreso dentro del siglo XX, pero da pena que la paz de tantos y tan admirables  triunfos sociales, el hombre no se conduzca también un poco más respetuoso ante Dios, sumiso  ante Sus Leyes, agradeciendo los favores que del Cielo recibe con la posibilidad de tales conquistas para el bien de todos.

Olvidamos con facilidad que la gloria del hombre virtuoso es el testimonio de la buena conciencia. Por lo tanto si conserva la conciencia pura, siempre estará alegre. Una buena conciencia puede soportar muchas cosas y permanecer alegre, hasta incluso en las adversidades. La mala conciencia en cambio, anda siempre temerosa e inquieta.

Se goza de suave sosiego si de nada nos acusa el corazón. Si nos acercamos a Jesús en la vida y en la muerte, entregándonos  fielmente,  El nos socorrerá, cuando todos nos falten…

No busquemos reposo, nacimos para trabajar por eso dispongámonos   más  hacia la paciencia que para el consuelo, más para la cruz que para la alegría…

Las leyes eternas establecidas por el Supremo Señor para la regencia de Su Creación, jamás serán impunemente desacatadas, pues todos sufrimos  las consecuencias inevitables de los hechos que realizamos contrarios a la ley. Todos sabemos, porque el Evangelio lo advierte, que a cada hombre le será concedido de acuerdo con los actos practicados.

Comprendiendo las leyes que rigen los destinos de la Humanidad se puede esclarecer a los ignorantes  en cuanto a la severidad  y a la justicia de las mismas leyes, con lecciones prudentes y racionales que podrán contribuir mucho para la educación de las almas frágiles  que aun no pueden o no saben comprender que los mundos y sus Humanidades son regidos por una justicia Inflexible, que, para bien del propio delincuente, de el exigirá actos armoniosos  con la armonía de la Creación, jamás sancionando desvíos de las rutas trazadas por la Legislación Suprema.

La bondad paternal del creador, cuyas leyes, establecen una inflexible justicia en la punición del error, también establecen la misericordiosa enseñanza para la rehabilitación del alma culpable, por eso la meditación es una experiencia para el arrepentimiento, gracias a ella se consigue elevarse por encima de las miserias  vislumbrando un camino para observar dentro de la armonía  de la legislación divina.

Son muchos los sordos por ignorancia, sin buena voluntad para el progreso, y hasta incluso padecen rebeldía debido a las amarguras que sufrimos en la esclavitud.

La fe en Dios, la creencia en la reencarnación y en la inmortalidad del alma humana, la consoladora esperanza de la vida después de la muerte, plena de justicia y recompensas permite al hombre escalar hasta Dios lleno de ilusiones y esperanzas  para alcanzar  la Cima, gracias al trabajo que es un bendito elemento de redención para todas las criaturas ya que despierta el sentimiento por el interés fraternal hacia sus semejantes.

La resignación ante la adversidad es el sublime amparo del desgraciado, que envuelve su personalidad, animándola y resignándola con pleno testimonio de acerbos dolores.

Es preciso que el alma pecadora se vuelva para Dios, nuestro Padre, el cual siendo poderoso concederá fuerzas para conseguir la victoria contra uno mismo.

Dios protege y salva al “humilde”, ama y consuela, al humilde que se inclina ante El y le da abundancia de gracias  y después del abatimiento, le levanta para la gran honra. Al humilde revela sus secretos y lo atrae para Si y le invita. El humilde, al sufrir ofensas, conserva su paz, porque confía en Dios y no en el Mundo.

Mientras el hombre no se reconozca inferior a todos, no habrá realizado progreso alguno.

Es necesario avisar a los hombres de las verdades,  para que se conduzcan mejor en la vida. ¡Ama y Respeta la Doctrina del Consolador prometida por Jesús! Vigila, prudentemente, por la Revelación con claridad y dedicación, porque solamente ella, con las enseñanzas de las leyes que dirigen los destinos humanos, corregirá tales desarmonías existentes en el seno de las sociedades terrenales.

Trabajo realizado por Merchita
Extraído de “Dramas de la Obsesión” de Ivonne Pereira.

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                  LAS VIDAS SUCESIVAS
La experiencia nos conduce de la mano a la toría reencarnacionista, sin la cual no existiría sanción moral satisfatoria y completa, ni posible concepto de un Ser que gobierne el Universo con justicia. Si admitimos que el hombre vive actualmente por primera y última vez en la Tierra, será preciso reconocer con León Denis que la incoherencia y la  parcialidad presiden el reparto de los bienes y de los males, de las aptitudes y de las facultades, de las cualidades nativas y de los vicios originales.

 ¿Por qué gozan unos de fortuna y de constante felicidad y viven otros en la miseria o en la inevitable desgracia?;¿Por qué a estos la fuerza, la salud y la belleza, y a aquellos la debilidad, la enfermedad y las deformidades?. ¿Por qué aquí el genio y la virtud y allí la la imbecilidad y el crimen?;¿Por qué esa diversidad de razas, confinando las unas con la animalidad y favorecidas las otras con todos los dones que aseguran su supremacía?;¿Por qué la ceguera, el idiotismo, las monstruosidades innatas y toda clase de infortunios que llenan hospitales, asilos y correccionales?.

Con la idea de una existencia única tampoco se hacen muy comprensibles el nacimiento de niños muertos;de los condenados a sufrir desde la cuna y de aquellos niños prodigio, músicos, pintores, poétas, desde su más tierna edad, cuando tantos otros no rebasan el nivel medio a pesar de los titánicos esfuerzos, ni debidamente se explican los instintos precoces. Los innatos sentimientos de dignidad o de bajeza, contrastando con extrañeza, con el medio en que se manifiestan.

  Todos los sistemas filosóficos contemporáneos y todas las religiones se estrellan ante este problema, dejándolo sin solución. El destino del hombre se hace incomprensible, el plan del universo, se oscurece, la evolución se detiene y el sufrimiento se hace inexplicable.

  Por el contrario, todo se aclara y la ley de justicia se revela en los más pequeñños detalles de la existencia, con la doctrina de las vidas sucesivas, explicándose las punzantes desigualdades por las diferentes situaciones ocupadas por el alma en los infinitos grados de evolución.

  Del foco eterno, del manantial inagotable brotan sin cesar, chispas de inteligencias que descienden a la materia para animar las formas rudimentarias de la vida, y cuando alcanzan la humanidad, toman asiento entre los pueblos salvajes o las razas bárbaras que ocupan los continentes más retrasados, reconociéndoseles facilmente por su torpeza e ineptitud para todas las cosas, sus gustos sanguinarios, sus pasiones violentas o su ferocidad. Pero estas almas no evolucionadas subirán, a su vez, los innumerables peldaños de la escala infinita, para sumarse al grandioso y solemne concierto del Universo, regido por la ley inmutable de la Evolución, que en armoniosa unidad, preside el mundo físico, como de igual modo se impone al mundo de las conciencias.

  Vuelvo a evocar el venerado nombre de León Denis, ferviente apostol del nuevo espiritualismo, cuyas son la casi totalidad de las idéas contenidas en este artículo, cuando inflamado en ferviente amor a la humanidad exclama: " Es preciso decir, volverlo a decir y proclamarlo mil veces, hasta hacer penetrar en el pensamiento y en la conciencia de todos, que el único fin del hombre es la conquista de las fuerzas morales, sin las que siempre será impotente para mejorar su condición y la de la humanidad. Conociendo los efectos de la Ley de responsabilidad y demostrando que las consecuencias de nuestros actos recaen sobre nosotros mismos, como piedra lanzada contra el espacio vuelve a la tierra, poco a poco llegarán los hombres a conformar sus obras a esta ley, para realizar el orden, la justicia y la solidaridad", lo que nunca conseguirán las leyes humanas sociales por justas y sabias que estas sean.

Cristo dijo: " Dios no quiere que ninguno de sus hijos se pierda", y este es nuestro Dios. Aquel que concede a sus criaturas en la noche de los siglos, la posibilidad y la certeza de alcanzar el Bien, la Verdad y la Belleza.

FRITZ
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      "Lo milagroso de hoy quizás mañana sea lo natural "
- Humberto Torres -
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           EN LAS PISADAS DE JESÚS

“Os tengo dicho estas cosas estando aun con vosotros; más el Paráclito, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, ese os enseñará todas las cosas y os hará  recordar todo cuanto os he dicho”
(Juan, XIV, 25:26,)

La Religión de Jesús es eterna Religión de la Luz y de la Verdad. Ella no se limita a la práctica de simples virtudes, tal como los hombres la juzgan. Abrazando los amplios horizontes de la Vida Espiritual, nos enseña los medios indispensables para la adquisición de la inmortalidad.

¡La Religión de Jesús no desaparece con  el túmulo, más si se yergue como un Sol majestuoso más allá del túmulo; donde todo parece sumergido en tinieblas, en la nada, la Verdad, la Vida se manifiesta con todo fulgor!

¡La Religión de Jesús no es la Religión de la Cruz, más si la Religión de la Luz! ¡No es la Religión de la Muerte, más si la de la Vida! ¡No es la Religión del desespero, más si la de la Esperanza! ¡No es la Religión de la Venganza, más si la de la Caridad! ¡No es la Religión de los Sufrimientos, más si la de la Felicidad!

La muerte, el desespero, el martirio, los sufrimientos, son oriundos de las  religiones humanas, así como la Cruz es el instrumento de suplicio inventado por los verdugos de Babilonia, de la Roma Primitiva, cuyos señores masacraban cuerpos y almas, infringiendo los preceptos del Decálogo.

La Religión de Jesús no es la Religión de la Fuerza, más si la Religión del Derecho.

Cuando las multitudes absortas se aproximaban al Maestro querido, para escuchar sus predicas ungidas de Fe, perfumadas de Caridad y centelleantes de Esperanza, nunca el Nazareno les atendió con una Cruz; nunca pretendió colocar sobre los hombros de sus infelices hermanos el peso del madero infame.
Al contrario, los atraía con miradas de piedad y en sus sublimes exhortaciones en sus amorosos consejos, para todos tenia una palabras de perdón, de afecto, de consuelo.
A los afligidos y desanimados les decía: “Venid a mi vosotros que estáis sobrecargados; aprended de mi, que soy humilde de corazón; tomar sobre vosotros mi yugo, que es suave, mi fardo que es leve, y hallareis descanso para vuestras almas”
La gran misión de Jesús fue abatir todas las cruces que el mundo había levantado; fue arrasar todos los calvarios. El fue el portador del bálsamo para todas las heridas, el consuelo para todas las aflicciones, la luz para todas las tinieblas.
Solo aquel  que tuviera la ventura de examinar las paginas del Nuevo Testamento y acompañar los pasos de Jesús desde su nacimiento hasta su muerte y gloriosa resurrección,  podría valorar bien  en que consiste la Doctrina del Resucitado.
¡Es admirable ver el Gran Evangelizador en medio de la plebe maltratada, repartiendo, con todos, los tesoros de su amor! Les hablaba el lenguaje del Cielo; los convidaba a la regeneración, a la perfección; les hacia entrever el futuro lleno de promesas saludables; los animaba a buscar las cosas de Dios; finalmente, procuraba gravar en aquellas almas, turbadas por el sufrimiento, el benévolo reflejo de la Vida Eterna, que el tenia por misión ofrecer a todas las almas.
Jesús no fue el emisario de la espada, el gladiador que lleva el luto y la muerte a la familia y a la sociedad; más si el Medico de las Almas; el Príncipe de la Paz, el Mensajero de la Concordia; el Gran Exponente de la Fraternidad y del Amor a Dios.
A lo lejos de las carreteras pedregosas por donde pasó, por las ciudades y aldeas, el Maestro invitaba a sus oyentes a ser buenos, les nombraba los tesoros del Cielo y a todos la garantía el auxilio de ese Dios Invisible, cuyo amparo se extiende a los pájaros del cielo, a los lirios del campo.
Después de su admirable Sermón  de la  Montaña, y para demostrar la acción de sus palabras, cura un leproso que, prestado a sus pies, lo adora, diciendo: “¡Señor, si tu quieres, bien me podías tornar limpio!
En su viaje para Cafarnaum, un centurión se aproxima a el, le pide la cura de su criado: la milicia celestial se agita y el enfermo se restablece.
Llegando a la ciudad de Cafarnaun, entra en casa de Pedro y encuentra en cama, presa de fiebre maligna, a la suegra de este. Inmediatamente, al toque de sus manos compasivas, la pobre vieja se yergue.
Acompañado de sus discípulos, en una barca en el Mar de Galilea, la tempestad se desencadena, el viento sopla recio y las olas se agitan. Los discípulos, tomados de pavor, apelan al Maestro, y a  una palabra suya los vientos cesan, el mar se calma.
Llegados a la otra banda, el despide una legión de Espíritus malignos que obsesaban a un pobre hombre.
Al salir nuevamente a la tierra de los segadores y de vuelta a Cafarnaun, unos hombres se aproximan al Nazareno y le llevan a un paralítico que yacía en el lecho. El enfermo recibe el perdón de sus faltas y el hombre, curado, rinde gracias a Dios.
Jairo, un jefe de la sinagoga, sabiendo los grandes prodigios operados por Jesús, corre a su encuentro, le pide liberar a su hija de la muerte. En cuanto Jesús camina para la casa de Jairo, una mujer que sufría, hacia doce años, molestia incurable, le tocó la túnica y sanó. Llegado el Maestro a la casa del fariseo, libra a la moza de las garras de la muerte.
Cuando sale Jesús de la casa de Jairo, dos ciegos corren tras del Maestro clamando: “¡Hijo de David, ten misericordia de nosotros! Sus ojos se abren y ellos salen a divulgarlo, en la Galilea, las grandes cosas que el Señor les hizo.
En el mismo instante un grupo de hombres trae al hijo de Dios un mudo endemoniado; ¡Jesús expulsa al espíritu maligno y el mudo recupera el Habla!
Y a la proporción que las gracias eran dadas, la multitud crecía, porque en ellas la palabra de Dios; y Jesús por todas partes anunciando a todos el reino de Dios: contaba parábolas, hacia comparaciones y, bajo la forma de alegoría, infundía en las almas la Voluntad Suprema para que todos, removiendo obstáculos, pudiesen, con el auxilio divino, liberarse de los sufrimientos agobiados por los que pasaban.
Durante un largo periodo de tres años consecutivos, Jesús, dedicado todo a la alta misión que tan bien desempeño,  no perdió un solo momento para dejar bien esclarecida su tarea libertadora.
Gran Reformador Religioso, abolió todos los cultos, todos los ritos, todos los sacramentos de invención humana, que solo han servido para dividirá la Humanidad, formar sectas, constituir partidos, en prejuicio de la unificación de los pueblos, de la fraternidad que el supo proclamar bien alto.
Y fue por eso, que fariseos o escribas, sacerdotes, doctores de la Ley y pontífices congregados en reunión secreta maléfica, animaran a la turba abestializada contra el Medico Rabino, y, unidos a los Herodes, a los Caifases, a los Pilatos y a los Tartufos; unos por violencia sanguinaria, otros por ambición y orgullo, otros por la avaricia, vil mercancía, cobardía y subversión, llevaron al Mago Evangelizador al Patíbulo infame, torturándolo con la muerte maliciosa.
Más el triunfo de la Verdad no se hizo demorar; cuando  todos juzgaban muerto al Redentor del Mundo, cuando juzgaban haber sofocado su Doctrina de Amor, es que la Piedra del Sepulcro, donde habían depositado el cuerpo del Mozo Galileo, se estremece al toque de los luminosos espíritus; la cavidad de piedra se muestra vacía; Jesús se  aparece a Maria Magdalena,  y resuena por todas partes el eco de la resurrección!
¡Triunfante de las calumnias, de las injurias, de los tormentos de los suplicios, de la muerte, el Hijo Amado de Dios reafirma sus sustanciosas lecciones, embalsamando sus amorosos discípulos con los efluvios de la inmortalidad, únicos que nos garantizan Fe viva, Esperanza  sincera y caridad eterna!
No valió la prevención de los sacerdotes, a la orden de Pilatos; no valieron los sellos que lacraban el sepulcro y los soldados que lo guardaban; al arborecer del primer día de la semana todo fue derribado, y el Cristo, resucitado, volvió a la arena mundial, victorioso en la lucha contra sus terribles verdugos!
Y en su narrativa llena de simplicidad, dice el Evangelio, por todos los evangelistas, que el Cristo Jesús apareció después de muerto, se comunicó con los once apóstoles, apareció a los demás discípulos, y , después, a más de quinientas personas de las cercanías de Jerusalén; les explico nuevamente las Escrituras, les repitió su Doctrina, que no puede quedar encerrada en el túmulo, ni en una iglesia; produjo delante de ellos fenómenos estupendos, como la pesca maravillosa, les anunció todas las cosas que debían acontecer, les garantizó la venida del Consolador, les prometió, más allá de eso, su asistencia hasta la consumación de los siglos, no solo a ellos, más a todos los que le siguiesen los pasos y se elevo a las altas regiones del Espacio, donde velaría por todos.
La religión de Jesús no consiste en dogmas y promesas fáciles; es la religión de la Realidad.
Religión sin manifestaciones y comunicaciones de espíritus, es la misma cosa que ciudad sin habitantes o casa sin moradores.
La Religión consiste justamente en esa comunión de espíritus, en ese auxilio reciproco, en ese afección mutua.
¿Por qué es Cristo nuestra esperanza y nuestra fe? ¿Por qué le dedicamos amor, respeto, veneración? ¿Por qué le confiamos a El nuestras aflicciones? ¿Por qué le hacemos oraciones? ¿Por qué le rendimos devoción, admiración y le rendimos gracia?
Porque sabemos que el puede y viene a iluminarnos la vida, nos robustece la creencia, nos protege y ampara, nos auxilia y acaricia, como un padre devoto proporcionaría felicidad y bienestar a sus hijos.
¿Pues, siendo Cristo las primicias  del espíritu, como afirma el apóstol Pablo; estando en lo cierto de que el resucitó, apareció, se comunico, porque no pueden hacer lo mismo aquellos espíritus  que fueron nuestros amigos, parientes, aquellos que Vivian con nosotros, manteniendo mutuo afecto?
En la Epístola a los Corintios dice el Apóstol de la Luz: “si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó y es vana nuestra fe”
¡La resurrección de Cristo implica la resurrección de los muertos; y si fuese contraria a la Ley de Dios, la manifestación, la aparición, la comunicación con los muertos, Jesús habría infringido esa Ley; habría ido en contra de su primer mandamiento, que dice estamos obligados a obedecer  a nuestro Padre celestial, a Amarlo con todo nuestro corazón, entendimiento y alma y con todas nuestras fuerzas!
Más ya que el Cristo apareció y se comunicó, es señal cierta de que la Ley de dios, consiste en la comunicación de los Espíritus. ¿Jesús no invoco, en el monte Tabor, a los espíritus de Moisés y Elías?
Esta es la Religión de Jesús, pues se basa en actos irrefutables; esta es la Religión de la Fraternidad, porque tiene por base el afecto verdadero, que no termina en el túmulo; seguir las pisadas de Jesús es bastante para que seamos guiados por él y venzamos  también como el venció, la muerte, con el triunfo de su resurrección.

Merchita
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