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viernes, 3 de octubre de 2014

ARMONÍA DEL UNIVERSO

       
              ARMONÍA DEL UNIVERSO

Siendo dada en nosotros la existencia de un principio inteligente y razonable, el encadenamiento de las causas y de los efectos nos hace remontar, para explicar su origen, hasta la fuente de donde emana. A esta fuente, en nuestro limitado e insuficientes lenguaje, los hombres le llamamos Dios.
Dios, diremos, ha sido presentado bajo aspectos tan extraños, a veces tan escandalosos por los hombres de secta, que el espíritu moderno se apartó de Él. ¡Pero qué importan estas divagaciones de los sectarios! Pretender que Dios puede ser aminorado por las declaraciones de los hombres equivale a decir que el Montblanc y el Himalaya pueden ser manchados por el soplo de una mosca.
La verdad plana radiante y deslumbrante, está por encima de las oscuridades teológicas. Dios es el centro de donde emanan y donde desembocan todas las fuerzas del Universo. Es el hogar de donde irradia toda idea de justicia, de solidaridad y de amor; el fin común hacia el cual todos los seres se encaminan, a sabiendas o inconscientemente.
Es de nuestras relaciones con el gran Arquitecto de los mundos de donde emanan la armonía universal, la comunidad, la fraternidad. Para ser hermanos, en efecto, hay que tener un padre común, y este padre sólo puede ser Dios. Para divisarlo, es verdad, el pensamiento debe librarse de preceptos estrechos, prácticas vulgares, rechazar formas pueriles con las que ciertas religiones envolvieron el ideal supremo. Se debe estudiar a Dios en la majestad de sus obras. Cuando todo reposa en nuestras ciudades, cuando la noche es transparente y cuando se hace el silencio sobre la tierra adormecida; ¡entonces, oh hombre! Mi hermano, eleva tu mirada y contempla el infinito de los cielos. Procurarás en vano contarlos; se multiplican hasta en las regiones más infinitas; se confunden en la lejanía, como un polvo luminoso. Observa también sobre los mundos vecinos de la Tierra dibujarse los valles y las montañas, ahuecarse los mares, moverse las nubes.
Reconoce que las manifestaciones de la vida se producen por todas partes, y que un orden admirable une, bajo leyes uniformes y por destinos comunes, la Tierra y sus hermanos, los planetas que yerran en el infinito. Sepas que todos esos mundo, habitados por otras sociedades humanas, se agitan, se alejan, se acercan puestos en movimiento a velocidades diversas, recorriendo espacios inmensos; qué por todas partes el movimiento, la actividad, la vida, se muestran en un espectáculo grandioso.
Observa nuestro mismo globo, esta Tierra, nuestra madre, la cual parece decirnos: vuestra carne es la mía, vosotros sois mis hijos. Observa allí, esta gran nodriza de la humanidad; mira la armonía de sus contornos, sus continentes, en el seno de los cuales las naciones tienen su germen y su grandeza, sus vastos océanos siempre móviles; son la renovación de las estaciones que la reviste por turno de verdes adornos o de rubias cosechas; contempla los vegetales, los seres vivos que la pueblan: aves, insectos, plantas y flores; cada una de estas cosas es una cincelada maravillosa, una joya del estuche divino. Sé circunspecto tú mismo; ve el juego admirable de tus órganos, el mecanismo maravilloso y complicado de tus sentidos.
Qué genio humano podría imitar estas obras maestras delicadas: ¿el ojo y la oreja? Observa la marcha rítmica de los astros, evolucionando en las profundidades. Estos fuegos innumerables son mundos al lado de los cuales la Tierra es sólo un átomo, sol prodigioso que rodea comitivas de esferas y cuyo curso rápido se mide a cada minuto por millones de años de luz. Distancias terribles nos separan de eso. Es por ello que nos parecen puntos simples y luminosos.
Pero, dirige hacia ellos el ojo colosal de la ciencia, el radiotelescopio, distinguirás sus superficies semejantes a océanos en llama. Considera todas estas cosas y pide a tu razón, a tu juicio, si tanta belleza, esplendor, armonía, pueden resultar del azar, o si no es más bien una causa inteligente que dirige el orden del mundo y la evolución de la vida. Y si me objetas las plagas, las catástrofes, todo lo que viene para turbar este orden admirable, te responderé: escudriña los problemas de la naturaleza, no te detengas en la superficie, desciende al fondo de las cosas y descubrirás con asombro que contradicciones aparentes sólo confirman la armonía general, que son útiles para el progreso de los seres, que es el fin único de la existencia. ¿Si Dios hizo el mundo, replican triunfalmente ciertos materialistas, quien hizo pues a Dios?
Esta objeción no tiene sentido. Dios no es un ser que se añada a la serie de los seres. Es el Ser universal e ilimitado en el tiempo y en el espacio, por consiguiente infinito, eterno. No puede haber allí ningún ser encima ni al lado de Él. Dios es la fuente y el principio de toda vida. Es por Él que se enlazan, se unen, se armonizan todas las fuerzas individuales, sin Él aisladas y divergentes. Abandonadas a ellas mismas, no siendo regidas por una ley, una voluntad superior, estas fuerzas habrían producido sólo confusión y caos. La existencia de un plano general, de un fin común, en los cuales participan todas las potencias del universo prueba la existencia de una causa, de una inteligencia suprema, que es Dios.
Del libro: "El porqué de la vida"
Léon Denis

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     E U T A NA S I A :  ¿ matar por benevolencia ?


Francisco Cándido Xavier




Antes de nuestra reunión pública, amigos de Guanabara nos mostraron dos reportajes recientemente lanzados sobre la eutanasia. Éramos  un grupo  de hermanos  debatiendo asuntos de la actualidad y el problema propuesto nos despertó la atención. Después de  variadas opiniones en la conversación en curso, el horario nos llamo  para las tareas de la noche.
Abierta nuestra reunión de estudios, El Evangelio Según el Espiritismo, con sorpresa para todos nosotros, nos ofreció el ítem 28 del capítulo V, sobre la cuestión de la muerte aplicada en nombre de la benevolencia humana.
Diversos compañeros comentaron la lección, después que Emmanuel, nuestro querido benefactor espiritual, compareció  con la página  Eutanasia y Vida.

Emmanuel
EUTANASIA Y VIDA· Francisco Cándido Xavier  (Emmanuel)
Frecuentemente amigos de la Tierra preguntan  por la opinión de los compañeros desencarnados, con respecto a la eutanasia. y acrecientan que filósofos y diversos científicos adhieren hoy la idea de apoyarse legalmente  a la administrada muerte, sea por imposición de recursos medicamentosos o  por el abandono del tratamiento.
Se declaran muchos de ellos constreñidos ante los problemas  de las criaturas que surgen desfiguradas en la cuna, o frente a los portadores de enfermedades supuestamente irreversibles, muchas veces en estado  comatoso en los recintos de asistencia intensiva. Algunos llegan a indagar si los pequeños excepcionales  deben ser considerados  seres humanos y si existe piedad en prolongar los constreñimientos de los enfermos interpretados por criaturas semimuertas insensibles a cualquier reacción.
Entretanto, se imaginan eso por la escasez de recursos espirituales de que disponen para dilatar la visión espiritual para más allá del estado físico.

Es preciso recordar que, en materia de deformación, los complejos de culpa determinan  inimaginables alteraciones en el cuerpo espiritual.
El hombre ve únicamente el cuerpo orgánico en el que viaja el espíritu en el espacio y en el tiempo, buscando la evolución propia,  más habitualmente no ve los detalles del mejoramiento o de las lapidaciones que el pasajero va imprimiendo en si mismo, para efecto de evaluación de merito o desmerito, cuando se le promueva  el desembarque en la estación de destino.
A vista de eso, el hombre común no conoce la cara sicológica de nuestros hermanos suicidas y homicidas conscientes, o de aquellos otros que conscientemente se hacen pesadillas o flagelos de colectividades enteras. Debidamente reencarnados, en tareas de reajuste, no muestran sino el cuadro aflictivo que crearon para sí mismos, una vez que todo espíritu desciende con las propias obras y revela consigo aquello que hace de sí mismo.
Ante esas criaturas en prueba o de los hermanos enfermos, imaginados irrecuperables, medita y auxílialos.
Nadie por ahora, en las áreas del mundo físico, puede calcular la importancia de algunos momentos o de algunos días para el espíritu temporalmente internado en un cuerpo enfermo o deforme.
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Ante todos aquellos  que se acercan a la desencarnación, compadécete y ayúdalos cuanto puedas.
Recuerda que la ciencia humana es siempre un hecho admirable, en transformación constante, aunque respetable por los beneficios que presta. No en tanto, no te olvides de que la vida es siempre formación divina, y, por esto mismo, en cualquier parte será siempre un acto permanente de amor.

                             PIEDAD ASESINA    J. Herculano Pires (Hermano Saulo)

La eutanasia es una cuestión de lógica. Si partimos  de la premisa de que la muerte es el fin, llegamos naturalmente a la conclusión de que matar a un enfermo incurable  o a una criatura es un acto de piedad. Más si partimos de la premisa de que la muerte es apenas el fin de una existencia, nuestra piedad será asesina. Una premisa falsa nos lleva a un raciocinio criminal.
Para reaccionar de manera cierta precisamos disponer de datos ciertos sobre el problema que enfrentamos. El materialismo solo conoce el cuerpo y no toma en cuenta la existencia del alma. Ignora por completo el sentido de la vida. su raciocinio sobre la eutanasia se funda en la ignorancia.
El espiritualista sabe que el alma sobrevive al cuerpo, más no todo espiritualista conoce el proceso de la vida. Su raciocinio sobre la eutanasia puede llevarlo a un sofisma. Más el espirita sabe que la vida es un proceso de evolución y que cada existencia corpórea es el resultado de las fases anteriores de ese proceso. El espirita dispone de datos seguros y precisos sobre el fenómeno biológico de la muerte.
Esos datos, obtenidos en las experiencias científicas del Espiritismo, está siendo hoy confirmados por las investigaciones parapsicológicas y físicas sobre el trance de la muerte. Basta el descubrimiento del cuerpo  bioplasmico por los físicos  y biólogos para advertir a los espíritus sistemáticos de  que pueden estar engañados.
Los inquisidores medievales quemaban a los supuestos herejes en nombre de la caridad, para librarlos del fuego del infierno. Los materialistas actuales pretenden abreviar la muerte en nombre de la piedad racional. Ellos por ellos, tenemos el dogmatismo de la ignorancia burlándose sobre los derechos de la vida.
El mensaje de Emmanuel es una advertencia de la razón  esclarecida y debe ser meditada en todos sus términos. No basta leerla, es necesario estudiarla.
Reproducimos aquí el artículo titulado Matar por benevolencia, publicado en la columna dominical “Chico Xavier pide licencia” del jornal Diario de S. Paulo, en la década de 1970

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      POESÍA ESPÍRITA


El día que Yo me muera
no quiero que llore nadie,
pues me acaba de pasar
lo que debía pasarme.
 Así como vine al mundo
un Miércoles por la tarde,
cualquier día del mes
servirá para marcharme.
 Yo sé que van a decir
lo bueno que era antes,
porque sólo a  los difuntos
se le ven las cualidades.
 Porque cuando está seco,
el río sin sus raudales,
es cuando se puede saber
toda el agua que le cabe.

 Mi vida fue Luna clara;
ni opaca ni muy radiante,
brillaba con el Creciente
y se apagaba en Menguante.

Dinero, Yo no lo tuve;
y no porque no lo buscase,
pues mi afán lo persiguió
hasta que se me hizo tarde.
 Pero me dio otras riquezas
que no son para contarse;
como se cuentan los días
como se cuentan las tardes.
 Por Padre me dio un tesoro,
y otro tesoro por Madre,
y por hermanos diamantes
de muchisimos quilates.
 Por compañera a quien
me deparó el Destino;
aceptando mis errores
amoldándose a mi Sino.
 para tener constancia
de que el tiempo no he perdido,
me entregó a un par de hijos
que crecerían conmigo.
 Con ellos sentí la gloria
de guiarles por el camino,
sin imponerles un rumbo
que Yo no hubiese cumplido.
 si anduvieron las rutas
por donde un día pasé,
fue que siguieron el polvo
que con mis píes levanté

 Oswaldo E. Porras Dorta