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jueves, 12 de junio de 2014

Globalización y Espiritismo


                         
                                 GLOBALIZACIÓN Y ESPIRITISMO


La globalización enriquece cada vez más los países ricos y aumenta la pobreza de los países pobres.

El hecho de ser espirita no nos hace ajenos a los problemas del mundo cuando se habla de neoliberalismo. La globalización, para no alargar demasiado, es la mas reciente fase de expansión del Capitalismo. La guerra económica con la competencia, el estímulo y aumento de la productividad, expansión capitalista, ésta que visa apenas al aumento del mercadeo y, por extensión, al aumento astronómico de lucros, lo que de hecho moviliza los capitales, sean productivos, sean meramente especulativos en la arena del mercado libre.

La globalización que en principio es un paso para la unificación de ideas, de costumbres, de complementación de culturas, lamentablemente desvirtuadas por el materialismo, arrastra al tercer mundo a una terrible crisis financiera y humanitaria.

En el contexto individual vemos que la situación económica global afecta día a día al ciudadano común, obligándolo a desdoblarse de manera forzosa y angustiosa, tratando de sostener el mismo patrón de vida. La tensión en que el hombre vive buscando conciliar lo que gana con las necesidades cada vez mayores en su familia lo absorbe, le impide el tiempo y disposición para tratar sobre las cosas del espíritu, desviándolo del verdadero camino. Por otro lado, otros con el afán de ganar más, atesorar hasta la insaciabilidad, éste hombre ambicioso no percibe la miseria que campea en su entorno.

El hombre, que se esclaviza a las pasiones, a la deshonestidad, a la mentira, a la lujuria y a la sensualidad, no tiene noción del destino que labra para el presente y el futuro espiritual.

Los mundos materiales son los escenarios indispensables para desenvolver la vida moral y el patrimonio intelectual del espíritu inmortal; las sucesivas reencarnaciones son múltiples oportunidades de progreso que el Padre ofrece a sus hijos, para que un día, ellos consigan alcanzar la meta por Él propuesta. Quien alcance la perfección, podrá disfrutar de las maravillas disponibles en todos los ángulos del universo.

Ampliando los dominios- con la globalización y el T.LC. los países ricos pasan a tener más dinero y mejor tecnología ampliando sus dominios y acumulando sus riquezas, en cuanto que la mayoría del los países pobres (en ellos incluido el nuestro), con la pobreza, y su miseria, con el desempleo, inclusive la pérdida de su soberanía con la invasión sutil de sus recursos naturales y humanos (mano de obra barata y pérdida de los derechos de los trabajadores represión y muerte a los dirigentes sindicales).

Dirá el lector, que estamos redactando un artículo simplemente político que nada tiene que ver con el Espiritismo. Se engaña quien así lo juzgue. Y para ser más claros en lo que exponemos, citamos apenas un trecho de Joanna de Angelis, escrito por Divaldo Pereira Franco, para lo cual pedimos la profunda meditación del lector. El concepto enunciado está en la obra MOMENTOS DE ALEGRIA "Librería espírita alborada editora". Dice en el capitulo 6º: "El acumulado de riquezas materiales en pocas manos, es responsable por la miseria económica y social de innumerables individuos y comunidades improvistas de todo cuanto favorece el orden, el bienestar y el desenvolvimiento".

Desdichadamente no vivimos en una sociedad organizada según el mensaje de Jesús, basta consultar el LIBRO DE LOS ESPÍRITUS para que analicemos la pregunta Nº 930. Le insinuamos al estudioso, se tome la molestia de tomar esta obra de Kardec y reflexionar con profundidad lo que allí está escrito con claridad por los espíritus superiores que bajo la supervisión del Espíritu de verdad asesora a Kardec.

Cada vez más, nuestro planeta se clasifica entre los que siempre ganan mucho y los que siempre pierden. Hay más riqueza hoy día que en cualquier otra época, razón por la cual insistimos: la naturaleza tiene de todo para todos. Lo que acapara es el egoísmo. En cuanto hay tantos archimillonarios, asombrosamente vamos a encontrar un gran número de personas sustentándose con menos de un dólar por día.

En el liderazgo del mundo se encuentra una élite que solamente está interesada en lucros astronómicos. Por esto, fue que Kardec dejó un escrito en OBRAS POSTUMAS que no pierde vigencia sobre las aristocracias intelecto - morales. Recomendamos al lector la atenta lectura de éstas exposiciones del codificador, porque es de esta manera como  entenderemos que el espiritismo tiene una contribución, como decíamos, actualizada para que la gente pueda apreciar los efectos perversos, como egoístas, sin ningún compromiso con el bienestar social de los países del tercer mundo. Hace unos años, un buen numero de cooperativas y pequeños bancos Colombianos, se declararon en quiebra afectando en sus intereses a pequeños ahorradores que no recuperaron sus sacrificados ahorros, 
mientras que por estos días el gobierno les inyectó grandes sumas de dinero a los bancos de importancia y al servicio de los capitalistas del país; y ahora que el dólar viene en descenso, también se preocupan por crear maniobras que protejan al capital de los exportadores sin importar que la baja del dólar favorezca al consumidor final, entre estos,al proletariado. Para concluir decimos que globalización, y neoliberalismo, es apenas parte de lo expuesto.

Los pensadores son importantes para salvar el mundo de la desdicha en que se ha venido hundiendo. La confusión tiene que procesarse, para que se destruya el andamiaje milenario de los malos hábitos y los preconceptos de todo orden. Una vida nueva tendrá que florecer sobre las bases de la muerte. Todos los que lucharon y aun luchan por el esclarecimiento de la sociedad, son frutos extemporáneos de la civilización del futuro. 
Ellos ofrecen un derrotero de libertades fulgurantes; pero en torno del hombre 
contemporáneo, aun se respira una atmósfera terrible de destrucción y miseria.

La vieja ideología ya viciada hasta hoy, es también causa de esta situación por la que el mundo pasa, como son las tribulaciones que oprimen los pueblos en los momentos que vivimos.. Los próceres de la ciencia y de las religiones igual que los dirigentes políticos,por la manera en que se manifiestan y sancionan virtualmente la vieja ideología que hace de este mundo el único modelo de vida, y las grandes empresas llenas de ambiciones de fausto y de poder, en fase de la ideología medieval que nos está siendo administrada por individuos de responsabilidad científica y moral, los fuertes y audaces,no descansarán en emplear los medios más habilidosos y despreciables, con tal de satisfacer sus deseos impuros, o sus intereses bastardos, y todo esto son causas que han ensangrentado y empañado nuestro planeta, más allá del dolo y de la rapiña que labrar en todos los países bajo el régimen capitalista y como un ejemplo vivo de lo expuesto, tenemos el martirizado IRAK, víctima de los poderosos que ambicionan el petróleo.

Los sociólogos ven sus actividades circunscritas al castillo maravilloso de las palabras, porque los hombres están doblegados a su infortunado destino.

No vale el esfuerzo de los espíritus superiores en la solución de las incógnitas científicas, por cuanto todos los descubrimientos de estos últimos tiempos son jugarretas de los terribles en la mente infantil de esa civilización que se desenvolvió sin la educación individual. La verdad es que el hombre está viviendo para destruir al hombre. Invasiones  a los países más débiles Fascismo, dictaduras para el proletariado, "el feudalismo moderno", las monarquías que basándose en opresión han sobrevivido a la edad media, falsas democracias tendrán que desaparecer en los fragores de la lucha, para que la lucha 
espiritualista inaugure el nuevo derecho a la nueva ley como controladores de todos los fenómenos de la economía de los pueblos. El hombre entonces comprenderá la necesidad de un imperativo de paz, solidaria con el progreso espiritual de otros mundos.

Es objetivando la construcción del edificio de la concordia universal sobre la base de la educación de cada personalidad y de leyes económicas que hagan desaparecer para siempre, el cuadro doloroso de la miseria y del hambre, y que los mal llamados muertos vengan para hablar a los encarnados en el torbellino oscuro de sus vidas.

Tristemente, dentro del ámbito espírita algunos están ingenuamente convencidos de ser genuinos Cristianos, pues en las tareas de vibraciones claman por el bienestar colectivo y sin embargo, en tiempo de elecciones, los vemos polarizados o atareados en la campaña de algún candidato del cual esperan una ayuda personal sin importar que su elegido tenga el Currículo de corrupto y que por esto, se contribuya a la barbarie y todo tipo de vicios que hacen parte de la descomposición social que trae como consecuencia tantos 
homicidios y suicidios. ¿será cierto que el que peca y reza empata?

¿Será que el fariseísmo con el carácter escribano sobrevivió reingeniándose mediante el 
formalismo y la diplomacia sedimentada en las apariencias?

Votar implica responsabilidad social de grandes dimensiones, sobre la base de las 
consecuencias de la escogencia colectiva. Es la respuesta del espíritu que fuera diputado, El Dr. Bezerra de Menezes. ÉL nos habla de la necesidad del voto consciente: cuando en 
contribución a su voto el país tome su rumbo; entonces Ud. es responsable por el 
programa que al país confiere, será el resultado de los gobernantes que Ud. escogió. 
Con el pensamiento inconsciente e inmediatista no hay capacidad para prever las 
consecuencias. El mismo autor advierte: si Ud. escogió por sus intereses y no por los de la comunidad, responderá Ud. por el karma histórico y colectivo que se dará.

Votar no es fácil, marcar tarjetones no es la única preocupación, debe ser 
primordialmente escoger candidatos que ofrezcan alivio social, y de carácter colectivo.

Cassio Lópes -

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    ¿ Que es ser espirita ?

Es el espiritismo una doctrina clara y sencilla. Su propósito principal es ayudar al hombre a ser mejor ser humano, y practicar la doctrina es cultivar el amor entre todos los hermanos como nos enseñó Jesús.

El deber de un espirita es conocerse bien a sí mismo, con 
sus virtudes y sus defectos para poder así, trabajar en su mejoramiento, trabajar de forma consciente para mejorar sus imperfecciones.

Para lograrlo solo es necesario dedicar todos los días un 
rato a la meditación y al autoanálisis. A través del espiritismo, si lo practicamos sinceramente, seremos mejores hijos, hermanos, padres, esposos, amigos, seremos mejores seres humanos.

El espiritismo nos enseña que somos espíritus inmortales, que no debemos temer a la 
muerte, pues el espíritu sobrevive a este momento, que no es más que un tránsito hacia la vida espiritual. Que la vida espiritual es la verdadera vida del espíritu, y que en ella continuamos aprendiendo y acumulando experiencias que nos hacen mejores.

Que luego reencarnamos y ponemos en práctica lo aprendido, y en este ciclo vamos 
convirtiéndonos en espíritus cada vez mejores y acercándonos paso a paso a la luz Divina, al Ser creador de todo el universo, a esa energía que llamamos Dios.

Y la doctrina nos enseña que este ciclo es un camino hacia el progreso, pues Dios ha creado 
el universo regido por leyes naturales y el progreso es una de ellas.

Y la doctrina nos enseña también una verdad sencilla e infalible, cuya comprensión nos va 
a ayudar a comprender nuestras circunstancias y cómo podemos cambiarlas; esta verdad es la ley de afinidad, atraemos a nuestras vidas circunstancias,personas y espíritus afines a nuestros pensamientos.

Es decir, que la calidad de nuestro pensamiento determina la calidad de la energía que 
vibra a nuestro alrededor y con ello de aquello que atraemos. De ahí la importancia de nuestra elevación moral.

Somos los artífices de nuestra vida, tenemos libre albedrío para practicar el bien o 
apartarnos de él; para esforzarnos cada día en ser mejores y comprender que con amor,paciencia, tolerancia, bondad, construimos un futuro mejor para nosotros mismos y para aquellos que nos rodean.

Y la Doctrina Espirita es mucho más, es la justicia de la ley de causa y efecto, que nos 
enseña que cada acción nuestra tiene un resultado, una consecuencia acorde con la misma, y esta consecuencia vendrá a nosotros indefectiblemente, ya sea en esta vida o en una vida futura. Y esta ley explica las desigualdades que tanto nos acongojan y es también una luz que nos inspira a cultivar el bien.

Hay mucho más para descubrir en la doctrina espírita, pero estas sencillas razones que 
hemos expuesto, bastan por si solas para decir:

"Yo quiero ser Espirita"

- Solcuba -

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                                        LA VEJEZ



La vejez es el otoño de la vida; en su último declive, es su 
invierno. Sólo con pronunciar la palabra vejez, sentimos el frío en el corazón; la vejez, según la estimación común de los hombres, es la decrepitud, la ruina; recapitula todas las tristezas, todos los males, todos los dolores de la vida; es el preludio melancólico y desolado del adiós final. En esto hay un grave error. Primero, por regla general, ninguna fase de la vida humana está totalmente desheredada de los dones de la naturaleza, y todavía menos de las bendiciones de Dios.

¿Por qué la última etapa de nuestra existencia, aquella que precede inmediatamente el coronamiento del destino, debería ser más afligida que las otras? Sería una contradicción y no correspondería con la obra divina, pues todo en ella es armonía, como en la viva composición de un concierto impecable. Al contrario, la vejez es bella, es grande, es santa; y vamos a estudiarlo un instante, a la luz pura y serena del Espiritismo.

Cicerón escribió un elocuente tratado de la vejez. Sin duda, encontramos en estas páginas célebres algo del genio armonioso de este gran hombre; sin embargo, es una obra puramente filosófica y que contiene sólo puntos de vista fríos, una resignación estéril, y de abstracciones puras. Es en otro punto de vista que hay que colocarse, para comprender y para admirar esta peroración augusta de la existencia terrestre.

La vejez recapitula todo el libro de la vida, resume los dones de otras épocas de la 
existencia, sin tener las ilusiones, las pasiones, ni los errores. El anciano ha visto la nada de todo lo que deja; ha entrevisto la certeza de todo lo que va a venir, es un vidente. Sabe, cree, ve, espera. Alrededor de su frente, coronada de una cabellera blanca como de una cinta hierática de los antiguos pontífices, alisa una majestad totalmente sacerdotal. A falta de reyes, en ciertos pueblos, eran los Ancianos quienes gobernaban. La vejez todavía es, a pesar de todo, una de las bellezas de la vida, y ciertamente una de sus armonías más altas.

A menudo decimos: ¡que guapo anciano! Si la vejez no tuviera su estética particular, ¿a qué dicha exclamación?

No obstante, no hay que olvidar que en nuestra época, como ya lo decía Chauteaubriand, hay muchos viejos y pocos ancianos, lo que no es la misma cosa. El anciano, en efecto, es bueno e indulgente, ama y anima a la juventud, su corazón no envejeció en absoluto, mientras que los viejos son celosos, malévolos y severos; y si nuestras jóvenes generaciones no tienen ya hacia los abuelos el culto de otros tiempos es, precisamente en este caso, porque los viejos perdieron la gran serenidad, la benevolencia amable que hacía antaño la poesía de los  antiguos hogares. La vejez es santa, es pura como la primera infancia; es por ello que se 
acerca a Dios y que ve más claro y más lejos en las profundidades del infinito.

Es, en realidad, un comienzo de desmaterialización. El insomnio, que es la característica ordinaria de esta edad, es la prueba material. La vejez se parece a la víspera prolongada. 

En vísperas de la eternidad el anciano es como el centinela avanzado en el límite de la frontera de la vida; ya tiene un pie en la tierra prometida y ve la otra orilla y la segunda ladera del destino. De ahí esas "ausencias extrañas", esas distracciones prolongadas, que se toma por un debilitamiento mental y que son en realidad sólo exploraciones momentáneas del más allá, es decir, fenómenos de expatriación pasajera. He aquí lo que no se comprende siempre. La vejez, como tan a menudo decimos: es el ocaso de la vida, es la noche. El ocaso de la vida, es verdad; ¡pero hay tardes muy bellas y puestas del sol qué tienen reflejos apoteósicos! Es la noche, también es verdad; ¡pero la noche es muy bella con sus adornos de constelaciones! ¡Como la noche, la vejez tiene sus Vías Lácteas, sus caminos blancos y luminosos, reflejo espléndido de una vida larga plena de virtud, de bondad y de honor!

La vejez es visitada por los Espíritus de lo invisible; tiene iluminaciones instintivas; un don maravilloso de adivinación y de profecía: es la mediumnidad permanente y sus oráculos son el eco de la voz de Dios. Es por eso que las bendiciones del anciano son santas dos veces; debemos guardar en su corazón los últimos acentos del anciano que muere, como el eco lejano de una voz querida por Dios y respetada por los hombres.

La vejez, cuando es digna y pura, se parece al noveno libro de Sybille que él sólo, vale lo que todos los demás, porque los recapitula y porque resumiendo todo el destino humano, anula a los otros. Persigamos nuestra meditación sobre la vejez, y estudiemos el trabajo interior que se cumple en ella. «De todas las historias, se dice, la más bella es la de las almas.» Y esto es verdad. Es bello penetrar en este mundo interior y sorprender en él las leyes del pensamiento, los movimientos secretos del amor.

La vejez contemplada en toda su realidad, devuelve al alma la verdadera juventud y el nuevo renacimiento en un mundo mejor. El alma del anciano es una cripta misteriosa, alumbrada por el alba inicial del sol del otro mundo. Lo mismo que las iniciaciones antiguas se cumplían en las salas profundas de las Pirámides, lejos de la mirada y lejos del ruido de mortales distraídos e inconscientes es, parsimoniosamente, en la cripta subterránea de la vejez que se cumplen las iniciaciones sagradas que preludian a las revelaciones de la muerte.

Las transformaciones o, mejor dicho, las transfiguraciones operadas en las facultades del alma por la vejez son admirables. Este trabajo interior se resume en una sola palabra: la sencillez. La vejez es eminentemente simplificadora de toda cosa. Simplifica primero el lado material de la vida; suprime todas las necesidades ficticias, las mil necesidades artificiales que la juventud y la edad madura habían creado, y que habían hecho de nuestra complicada existencia una verdadera esclavitud, una servidumbre, una tiranía. Lo diremos más alto: es un principio de espiritualización.

El mismo trabajo de simplificación se cumple en la inteligencia. Las cosas admitidas se vuelven más transparentes; en el fondo de cada palabra encontramos la idea; en el fondo de cada idea divisamos a Dios. El anciano tiene una facultad preciosa: la de olvidar. Todo lo que fue fútil, inútil en su vida, se borra; guarda en su memoria, como en el fondo de un crisol, sólo lo que fue sustancial. La frente del anciano no tiene ya nada de la actitud orgullosa y provocadora de la juventud y de la edad viril; se inclina bajo el peso del pensamiento como de la espiga madura. El anciano baja la cabeza y la inclina sobre su corazón. Se esfuerza en convertir en amor todo lo que queda en él de facultades, de vigor y de recuerdos. La vejez no es pues una decadencia: realmente es un progreso; una marcha adelante hacia el término: a este título es una de las bendiciones del Cielo.

La vejez es el prefacio de la muerte; es lo que la hace santa como la víspera solemne que hacían los antiguos iniciados antes de levantar el velo que cubría los misterios. La muerte es pues una iniciación. Todas las religiones, todas filosofías intentaron explicar a la muerte; bien poco conservaron de su verdadero carácter. El cristianismo la divinizó; sus santos la miraron frente a frente noblemente, sus poetas la cantaron como una liberación.

Sin embargo, los santos del catolicismo vieron en ella sólo la liberación de las servidumbres de la carne, el rescate del pecado; y a causa de esto, hasta los ritos funerarios de la liturgia católica difunden un tipo de espanto por esta peroración, sin embargo tan natural, la existencia terrestre. La muerte simplemente es un segundo nacimiento; dejamos este mundo de la misma forma que entramos en él, según la orden de la misma ley. Un tiempo antes de la muerte, un trabajo silencioso se cumple: la desmaterializació n ya ha comenzado. A ciertos signos podríamos comprobarlo si los que rodean el moribundo no están distraídos en otras cosas. La enfermedad desempeña aquí un papel considerable: termina en algunos meses, en
 algunas semanas, en algunos días puede, lo que el trabajo lento de la edad había preparado: es la obra de "disolución" de la que habla el apóstol Pablo. Esta palabra "disolución" es muy significativa: indica claramente que el organismo se desagrega y que el periespíritu se "desata" del resto de la carne con la que fue envuelto.

¿Qué sucede en ese momento supremo que todas las lenguas llaman " la agonía ", es decir, decir el último combate? Lo presentimos, lo adivinamos. Un gran poeta moribundo tradujo este instante solemne con este verso: “Está aquí el combate del día y de la noche.”

En efecto, el alma entró en un estado crepuscular; está en el límite extremo, en la frontera de ambos tipos de mundo y visitada por las visiones iniciales de aquel en el que va a entrar. El mundo que deja le envía los fantasmas del recuerdo, y toda una comitiva de Espíritus le llega del lado de la aurora. Jamás morimos solos, igual que jamás nacemos solos. Los invisibles que nos conocieron, que nos amaron, que nos prestaron asistencia aquí abajo vienen para ayudar al moribundo a desembarazarse de las últimas cadenas de la cautividad terrestre. 
En esta hora solemne, las facultades crecen; el alma, medio liberada, se dilata; comienza a volver a su atmósfera natural, a repetir su vida vibratoria normal, y es para esto para lo que en este instante se revelan en algunos moribundos fenómenos curiosos de mediumnidad. La Biblia está llena de estas revelaciones supremas. La muerte del patriarca Jacob es el tipo consumado de desmaterialización y de sus leyes. Sus doce hijos están reunidos alrededor de su lecho, como viva corona fúnebre. El anciano se recoge, y después de haber recapitulado su pasado, sus memorias, profetiza a cada uno de ellos el futuro de su familia y su raza. Su vista todavía se extiende más lejos; percibe en la extremidad de los tiempos al que debe un día recapitular toda la mediumnidad secular del viejo Israel: el Mesías; y muestra como el último retoño de su raza, será el que resumirá toda la gloria de la posteridad de Jacob. Ningún faraón, en su orgullo, murió con semejante grandeza como este anciano oscuro e ignorado que expiraba en un rincón de la tierra de Gessen.

El ocaso de la vida, es el fin de un viaje penoso y a menudo de una prueba dura, es el momento de la reflexión en la que el pensamiento tranquilo y sereno se eleva hacia las regiones infinitas.

Volvamos al mismo acto de la muerte. La desmaterializació n se cumplió, el periespíritu se libra del envoltorio carnal, que vive todavía algunas horas, algunos días tal vez, de una vida puramente vegetativa. Así los estados sucesivos de la personalidad humana se celebran en el orden inverso al que dirigió el nacimiento. La vida vegetativa que había comenzado en el seno materno se apaga aquí esta vez, la última; la vida intelectual y la vida sensitiva son las dos primeras en partir.

¿Qué sucede entonces? El Espíritu, es decir, el alma y su envoltorio fluídico, y por 
consiguiente el yo, se lleva la última impresión moral y física que le golpea sobre la tierra; la guarda un tiempo más o menos prolongado, según su grado de evolución. Es por eso que es importante rodear la agonía de los moribundos de palabras dulces y santas, de pensamientos elevados, porque son los últimos ruidos, estos últimos gestos, estas últimas imágenes que se imprimen sobre las hojas del libro subconsciente de la conciencia; es la última línea que leerá el muerto desde su entrada al más allá o tan pronto como sea consciente de su nuevo modo de ser.

La muerte es pues, en realidad, un paso; es una transición y una traslación. Si debíamos tomar de la vida moderna una imagen, lo compararíamos de buena gana con un túnel. En efecto, el alma avanza en el desfile de la muerte más o menos lentamente, según su grado de desmaterialización y espiritualidad.

La muerte es pues una mentira, ya que la vida, parece apagada, reaparece cada vez más radiante, en la certeza de la inmortalidad del alma. Es el despertar bendito.

Las almas superiores, que siempre vivieron en las altas esferas del pensamiento y de la virtud, atraviesan esta oscuridad con la rapidez del expreso que desemboca en un instante en la luz plena del valle; pero es el privilegio de un pequeño número de espíritus evolucionados: son los elegidos y los sabios.

No hablaremos aquí de criminales, seres animalizados a los instintos groseros, quiénes vivieron o más bien vegetaron toda una existencia en las bajuras, fondo del vicio o en la cloaca del crimen. Para ellos, es la noche, y una noche llena de horrorosas pesadillas. Nos cuesta, sin embargo, creer que las fronteras del más allá y el paso del tiempo a la vida errática sean pueblos de estos seres horrorosos que los ocultistas llaman los elementales.

Hay que ver en ello sólo símbolos e imágenes reflejos de las pasiones, los vicios, los crímenes que los perversos cometieron aquí abajo. Contemplemos aquí sólo las vidas ordinarias, las existencias que siguen tranquilamente las fases lógicas del destino. Es la condición común de la inmensa mayoría de los mortales. El alma entró en la galería sombría: queda allí en la oscuridad o en la penumbra próxima de la luz. Es el crepúsculo del más allá. Los poetas devolvieron muy afortunadamente este estado y describieron este medio día, este claro oscuro del mundo extraterreno.

Aquí, las analogías entre el nacimiento y la muerte son sorprendentes. El niño permanece varias semanas sin poder ver la luz y tomar conciencia de lo que le rodea. Sus ojos todavía no están abiertos, no más que la radiación de su pensamiento. Así, ante el nuevo nacimiento al mundo invisible, él mismo permanece también algún tiempo antes de darse cuenta de su modalidad  de ser y de su destino. Oye a la vez los murmullos lejanos o próximos de los dos mundos; divisa movimientos y gestos que no sabría precisar ni definir.

Entrando despacio en la cuarta dimensión, pierde la noción precisa de la tercera, en la cual había siempre evolucionado. No se da cuenta más de la cantidad, ni del número, ni del  espacio, ni del tiempo, ya que sus sentidos que, como tantos instrumentos de óptica, le ayudaban a calcular, a medir y pesar, se cerraron de pronto como una puerta para siempre condenada. ¡Qué estado extraño el de este alma el que busca a tientas, como el ciego, sobre el camino del más allá! Y sin embargo este estado es real. En este momento, las influencias magnéticas de la oración, de la memoria, del amor pueden desempeñar un papel considerable y apresurar el acceso de las claridades reveladoras que van a iluminar esta conciencia todavía adormecida, esta alma «en pena» de su destino. La oración, en este caso,
 es una evocación verdadera; es el llamamiento al alma indecisa y flotante. He aquí porque el olvido de los muertos, el descuido de su culto son culpables y nos hacen más tarde merecedores de olvidos semejantes. No obstante, este período de transición, esta parada en el túnel de la muerte son absolutamente necesarios, como preparación para la visión de luz que debe suceder a la oscuridad. Hace falta que los sentidos psíquicos se proporcionen gradualmente al nuevo hogar que va a alumbrarlos. Un paso súbito, sin transición alguna, de esta vida a la otra, sería un deslumbramiento que produciría una confusión prolongada. «Natura no facit saltus» (La naturaleza no da saltos) dice el gran Limado; esta ley rige parsimoniosamente las etapas progresivas del desempeño espiritual.

Es preciso que la visión del alma aumente para que el ave nocturna, que no puede fijar la subida de la aurora, consolide su endrina y pueda, como el águila, mirar frente a frente el sol, de un ojo intrépido. Este trabajo de preparación se cumple progresivamente, durante la parada más o menos prolongada en el túnel que precede la vida errática propiamente dicha, poco a poco la luz se hace primero muy pálida, como el alba inicial que se levanta sobre la cresta de los montes; luego, al amanecer sucede la aurora; esta vez, el alma divisa el nuevo mundo que habita: se mira y se comprende, gracias a una luz sutil que la penetra en toda su esencia.

Gradualmente, todo su destino, con sus vidas anteriores y sobre todo con la noción 
consciente y refleja de la última, va a revelarse como en un cliché cinematográfico 
vibratorio y animado. El espíritu, entonces, comprende lo que es, dónde está, lo que vale.
 Las almas van con un instinto infalible a la esfera proporcionada a su grado de evolución, en su facultad de iluminación, a su aptitud actual de perfectibilidad. Las afinidades fluídicas le conducen, como una brisa dulce pero imperiosa que empuja una barquita, hacia otras almas similares, con las cuales va a unirse en un tipo de amistad, de parentesco magnético; y así la vida, la vida verdaderamente social pero de un grado superior, se reconstituye absolutamente como en otro tiempo aquí abajo, porque el alma humana no sabría renunciar a su naturaleza. Su estructura íntima, su facultad de brillo le imponen la sociedad que merece.

En el más allá se reforman las familias, los grupos de almas, los círculos de espíritus, según las leyes de la afinidad y de la simpatía. El purgatorio es visitado por los ángeles, dicen los místicos teólogos. El mundo errático es visitado, dirigido, armonizado por los Espíritus superiores, diremos nosotros. Aquí abajo, entre los elegidos del genio, de la santidad y de la gloria, hubo y habrá siempre unos iniciadores. Son predestinados, misioneros, que recibieron para tarea de hacer adelantar al mundo en la verdad y la justicia al precio de sus esfuerzos, de sus lágrimas y algunas veces de su sangre. Las altas misiones del alma jamás cesan. Los Espíritus sublimes, que instruyeron y mejoraron a sus semejantes sobre la tierra, continúan en un mundo superior, en un marco más vasto, su apostolado de luz y su redención de amor.

Es así, como lo decíamos al principio de estas páginas, que la historia eternamente 
recomienza y se torna cada vez más universal. La ley circular que preside el eterno progreso de los estados y de los mundos se celebra sin cesar en esferas y en orbes cada vez mayores; todo empieza de nuevo arriba, en virtud de la misma ley que hace que todo evolucione abajo. 

Todo el secreto del universo está allí. Las almas que son conscientes de haber carecido de su última existencia comprenden la necesidad de reencarnarse y se preparan para ello. 
Todo se agita, todo se mueve en estas esferas siempre en vibración y en movimiento. Es la actividad incesante, ininterrumpida, progresiva y eterna. El trabajo de los pueblos sobre la tierra no es nada en comparación de este trabajo armonioso de lo Invisible. Allá arriba, ninguna traba material, ningún obstáculo carnal detiene los arranques, desanima o disminuye el vuelo. 
Ninguna vacilación, ninguna ansiedad, ninguna incertidumbre. El alma ve el fin, sabe los medios, se precipita en la dirección donde debe alcanzarlo. ¿Quién nos describirá la armonía en estas inteligencias puras, el esfuerzo de estas voluntades derechas, el arranque de estos amores más fuertes que la muerte? ¿Qué lengua jamás podrá repetir la comunión sublime y fraternal de estos espíritus que tienen entre ellos diálogos ardientes como la luz, sutiles como perfumes, donde cada vibración magnética tiene su eco en el corazón mismo de Dios? 
Tal es la vida celeste; ¡tal es la vida eterna, y estas son las perspectivas que la muerte abre indefinidamente delante de nosotros! ¡Oh hombre! Comprende pues tu destino, se orgulloso y feliz de vivir; ¡no blasfemes la ley del amor y de la belleza qué traza delante de ti caminos tan amplios y tan radiantes! Acepta la vida tal como es, con sus fases, sus alternativas, sus vicisitudes; es sólo el prefacio, el preludio de una vida más alta, donde planearás como el águila en la inmensidad, después de haberse arrastrado a duras penas en un mundo material e imperfecto. No es pues en absoluto por un himno fúnebre que hay que acoger a la muerte, sino por un canto de vida; porque no es en absoluto el astro de tarde que se levanta, cruel, sino más bien la estrella radiante de la verdadera mañana. Canta, oh alma, el himno triunfal, hosanna del siglo nuevo, en el cual todo va a nacer para destinos más gloriosos. Monta siempre más alto en la pirámide infinita de luz; ¡y como el héroe de la 
leyenda de Excelsior, ves a plantar tu tienda sobre el Tabor radiante de lo inconmensurable, de lo Eterno!

- León Denis -


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