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lunes, 20 de enero de 2014

LECCIÓN DE LA EXPERIENCIA


“El Cielo y el Infierno”, de Allan Kardec, como se sabe, es un libro que trata de la Justicia Divina según el Espiritismo. En ese libro encontramos, no muy habladas entre nosotros, diversas comunicaciones de Espíritus en situaciones muy variadas.
Una de ellas es de un bohemio, uno de esos tipos humanos, que, si jamás hicieron mal a nadie, nunca lesionaron el patrimonio de los otros, tampoco hicieron el bien.
Y pasan por la vida en blancas nubes, como dice un poeta. Pues bien, tiempo después de haber pasado hacia el otro plano, vino el Espíritu, que dijo llamarse Lisbeth, cuando estaba encarnado, se comunicó a través de un médium, lamentando amargamente la vida inútil que llevó en la Tierra. Tuvo el mérito de arrepentirse, así que se dio cuenta, pero todavía necesitaba tiempo para poder empezar una nueva jornada, después de una experiencia tan llena de extravagancias.
Sufriendo mucho, por que no supo o no quiso sacar provecho de la existencia terrena, en beneficio de su elevación espiritual, habló de esta forma el deprimido Espíritu:
“- Estoy libre, sí, pero todavía no expié, es preciso que repare el tiempo perdido si no quiero prolongar los sufrimientos. Espero que Dios, teniendo en cuenta la sinceridad del arrepentimiento, me conceda la gracia de su perdón. Hombres, hermanos míos, yo viví solo para mí, y ahora, expío y sufro. Que Dios os conceda la gracia de evitar las espinas que ahora me laceran.”
Véase bien lo que es una existencia encerrada en el egoísmo, sin tener conocimiento de nada más, como si no perteneciese a la Humanidad.
El sufrimiento de ese Espíritu, realmente, era grande, por el remordimiento de haber sido tan solo, un gozador de la vida, sin haber sentido jamás, interés por el dolor ajeno.
De esta forma vive mucha gente. Pero cuando el Espíritu se enfrenta con la cruda y desnuda realidad, fuera de la materia, siente una incalculable decepción, una depresión tremenda, porque nada hizo de útil, tan solo cuidó de sí mismo, gozó la vida con todos los excesos y después vio claramente el cuadro de su propia realidad.
Es lo que nos enseñan, del mundo espiritual, las lecciones de los mentores.
Después de que el Espíritu comunicante hubiese llorado su amargura, vino el guía de la sesión y dio esclarecimiento, haciendo una advertencia, aún hoy oportuna, sobre las personas que viven a su modo, rindiendo culto a la materia, corriendo y bebiendo en demasía, sin jamás haber procurado el alimento espiritual. He ahí una lección válida, a pesar de que la comunicación ya tenga más de un siglo.
Es de esta forma.
Hay personas que solo piensan en sus intereses, exageran la medida de los placeres de la vida y nunca tienen, por lo menos, un minuto para la meditación sobre los problemas espirituales. La vida de esas personas es un corre-corre constante, ¡como si el mundo tuviera que acabar en el próximo minuto!.. Y, por ello mismo, el momento jamás llega para las cosas inherentes al Espíritu.
En las situaciones difíciles, sin embargo, se agarran a todo, desesperadamente, y quieren que después vengan las soluciones, rápidas y concluyentes.
Cuando llega la hora del desenlace, están completamente sin preparación desde el punto de vista espiritual y, después, encararán la situación que enfrentó el Espíritu del bohemio en la sesión mencionada en “El Cielo y el Infierno”: mucha perturbación y desolación, porque pasó una vida desarreglada y vacía, ¡dolorosamente vacía!
La enseñanza espírita es de equilibrio en todas las cosas. Sin exagerar sobre la abstención sistemática, pues la pretensión de santidad, muchas veces es una violencia al orden natural de la vida, ni la exageración opuesta, que es justamente el de la extravagancia, del bienestar físico sin límites.
Dice la Doctrina que el hombre debe vivir según sus necesidades y las leyes de su propio mundo. No quiere, por tanto, que el hombre reine el mundo o viva en penitencia, pues es un tipo de vida improductiva. Pero también advierte, claramente, que el hombre debe aprovechar bien las oportunidades de la existencia terrenal para su mejoramiento, no tan solo desde el punto de vista material, sino, sobre todo, del punto de vista espiritual.
El Espiritismo no condena las satisfacciones del mundo, como tampoco prohíbe las expansiones de alegría, ni siquiera ciertas futilidades inofensivas.
Si el hombre está en el mundo, debe ser del mundo. Pero es preciso saber estar en el mundo y no dejarse esclavizar por tantas cosas. Es ahí que esta el sentido de equilibrio. Las ventajas materiales, que no son ilícitas, una vez conquistadas a través del trabajo honesto, debe ser instrumento del bien, nunca el opio que emborracha y ciega al espíritu.
Por la experiencia traída por tantos Espíritus, que ya vivieron sus dramas, nosotros debemos, naturalmente, por nuestra parte, procurar de cerca, encaminar la vida hacia el lado espiritual, sin que sea necesario vivir fuera de las leyes naturales o repeler las satisfacciones que el mundo ofrece.
 El peligro no está en el uso de los bienes de la vida, sino en los abusos, porque todo procedimiento abusivo compromete la situación del Espíritu.
La comunicación recogida en “El Cielo y el Infierno” hace pensar mucho....
- Adaptación: Oswaldo Porras-
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304 – ¿Recuerda el Espíritu su existencia corporal?
– Sí; es decir, que habiendo vivido muchas veces como hombre,recuerda lo que ha sido, y te aseguro que a veces se ríe con lástima de sí mismo.
Como el hombre que, llegado a la edad de la razón, se ríe de las locuras de la adolescencia o de las puerilidades de su infancia
305 – El recuerdo de la existencia corporal, ¿se presenta al Espíritu, después de la muerte, de un modo completo e inesperado?
– No, le aparece poco a poco, como algo que sale entre las brumas y a medida que fija en ello su atención.
306 – ¿Recuerda el Espíritu detalladamente todos los sucesos de su vida, o abraza el conjunto de una ojeada retrospectiva?
– Recuerda las cosas en proporción a las consecuencias que producen a su estado de Espíritu; pero comprenderás que hay circunstancias de su vida a las que no da importancia alguna y de las cuales ni siquiera procura acordarse.
– ¿Podría acordarse de ellas si quisiera?
– Puede recordarse de los detalles y de los incidentes más minuciosos, bien sea de los acontecimientos o hasta de los pensamientos; pero cuando eso no trae utilidad, no procura recordarse.
– ¿Entrevé el Espíritu la finalidad de la vida terrena en relación con la vida futura?
– Ciertamente que la ve y le comprende mucho mejor que cuando estaba encarnado; comprende la necesidad de purificarse para alcanzar el infinito y sabe que en cada existencia se libra de algunas impurezas.
307 – ¿Cómo se plasma la vida pasada en la memoria del Espíritu? ¿Por un esfuerzo de su imaginación o como un cuadro que tiene ante los ojos?
– De una y otra manera; pues todos los actos cuyo recuerdo le interesa viven en él como si estuviesen presentes. Los otros permanecen más o menos en la vaguedad de su mente o totalmente olvidados.
Cuanto más se desmaterializa, menos importancia atribuye a las cosas materiales. Con frecuencia, evocas a un Espíritu errante, que acabó de dejar la Tierra y que no recuerda los nombres de las personas que amó, ni los detalles que te parecen importantes; es que poco le interesan y caen en el olvido. Lo que recuerda muy bien son los hechos principales que lo ayudan a mejorarse.
308 – ¿Recuerda el Espíritu todas las existencias precedentes a la última que acaba de vivir?que ya recorrió el viajero. Pero dijimos que no se recuerda de manera absoluta de todos sus actos, sino en razón de la influencia que tienen sobre su estado presente. Respecto a las primeras existencias, las que pueden considerarse como la infancia del Espíritu, se pierden en la vaguedad y desaparecen en la noche del olvido.
309 – ¿De qué manera considera el Espíritu el cuerpo que acaba de dejar?
– Como un vestido incómodo que le molestaba, sintiéndose feliz, por estar libre de él.
– ¿Qué sentimiento le despierta el espectáculo de su cuerpo descomponiéndose?
– Casi siempre de indiferencia, como por una cosa que ya no tiene.
310 – Al cabo de cierto tiempo, ¿reconoce el Espíritu los huesos u otros objetos que le han pertenecido?
– Algunas veces, lo que depende del punto de vista más o menos elevado bajo el cual considera las cosas terrestres.
311 – El respeto que se tiene de las cosas materiales que quedan del Espíritu, ¿llama su atención acerca de ellas y ve con gusto semejante respeto?
– Siempre se considera feliz el Espíritu de que se acuerden de él. Las cosas que de él se conservan le recuerdan a vuestra memoria;pero el pensamiento es lo que le atrae a vosotros y no sus objetos.
312 – ¿Conservan los Espíritus el recuerdo del sufrimiento que han experimentado durante su última existencia corporal?
– Con frecuencia, conservan ese recuerdo que les hace apreciar mejor el valor de la felicidad que pueden disfrutar como Espíritus.
313 – El hombre que fue feliz en este mundo, ¿echa de menos sus placeres, cuando deja la Tierra?
– Sólo los Espíritus inferiores pueden echar de menos alegrías que se armonizan con su imperfección y que expían con sus sufrimientos. Para los Espíritus elevados es mil veces preferible la dicha eterna a los efímeros placeres de la Tierra.
Como el hombre adulto que desprecia lo que encontraba delicioso en su infancia.
314 – El que con un fin útil ha empezado grandes trabajos que ha visto interrumpidos por la muerte, ¿siente en el otro mundo no haberlos acabado?
– No, porque ve que otros están destinados a terminarlos.
Por el contrario, procura influir en otros Espíritus humanos para que los continúen. Su objetivo en la Tierra era el bien de la Humanidad; pues bien, ese objetivo es el mismo en el mundo de los Espíritus.
315 – El que dejó obras de arte o de literatura, ¿conserva por ellas el mismo amor que durante la vida?
– Según su elevación, las juzga bajo otro punto de vista y con frecuencia condena lo que antes más admiraba.
316 – ¿Se interesa aún el Espíritu por los trabajos que se ejecutan en la Tierra por el progreso de las artes y las ciencias?
– Eso depende de su elevación o de la misión que pueda desempeñar. Lo que os parece magnífico, es con frecuencia insignificante para ciertos Espíritus y lo admiran como el sabio la obra de un escolar. Examinan lo que puede probar la elevación de los Espíritus encarnados y su progreso.
317 – ¿Conservan los Espíritus, después de la muerte, el amor a la patria?
– Es siempre el mismo principio: para los Espíritus elevados,la patria es el Universo; en la Tierra lo es el lugar donde hay más personas que le son simpáticas.
La situación de los Espíritus y su modo de apreciar las cosas varía hasta lo infinito, en proporción al grado de su desarrollo moral e intelectual. Los Espíritus de orden elevado, generalmente, se detienen por poco tiempo en la Tierra. Todo lo que en ella se hace es tan mezquino en comparación con la magnificencia de lo infinito y son tan pueriles a sus ojos las cosas a que los hombres dan la mayor importancia, que pocos atractivos encuentran, a menos que sean llamados con la mira de que cooperen al progreso de la Humanidad.
Los Espíritus de orden intermedio vienen a la Tierra con más frecuencia, aunque consideran las cosas desde más elevado punto de vista que durante la vida. Los Espíritus vulgares son en cierto modo sedentarios en ella y constituyen la masa
de la población ambiente del mundo invisible; conservan, con poca diferencia,
las mismas ideas, los mismos gustos y las mismas inclinaciones que tenían bajo
su envoltura corporal; toman parte en nuestras reuniones, en nuestras ocupaciones
y en nuestras diversiones, en las que participan más o menos activamente, según
su carácter. No pudiendo satisfacer sus pasiones, gozan con los que se entregana ellas y los excitan. Entre ellos, los hay más graves que miran y observan para instruirse y perfeccionarse.
318 – ¿Se modifican las ideas de los Espíritus en estado de desencarnados?
– Mucho. Pues sufren modificaciones muy grandes a medida que el Espíritu se desmaterializa. Puede a veces conservar por largo tiempo las mismas ideas; pero la influencia de la materia disminuye poco a poco y ve las cosas más claramente. Entonces es cuando busca los medios de mejorarse.
319 – Puesto que el Espíritu ha vivido ya la vida espírita, antes de su encarnación, ¿de dónde procede su admiración al entrar en el mundo de los Espíritus?
– No pasa de ser efecto del primer momento y de la turbación que sigue al despertar; pero más tarde se reconoce perfectamente, a medida que se le presenta el recuerdo del pasado y se borra la impresión de la vida terrestre. (163 y siguientes).
– Todo su pasado se descorre ante él como etapas del camino

Tomado del "Libro de los Espíritus"
Allan Kardec
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El amor separado de la fraternidad universal no es mas que un simulacro de amor”
-Frase 506 de Jesús-(Centro de Estudios de Ciencias Universales)

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                           El Amor

Es una energía o vibración psíquica muy sutil, que procede de la Inteligencia y Voluntad Suprema que llamamos Dios, siendo esta vibración uno de Sus infinitos atributos y manifestaciones, por lo que conforma una ley Cósmica que rige toda la creación y se manifiesta y se realiza en todos los seres que existen en el Universo, a través de la dinámica de la Ley de Evolución Universal . Pero en realidad el Amor es mucho más de lo que le suponen todas las connotaciones humanas que lo utilizan o lo enmascaran.
Desde un análisis espiritual y profundo, el Amor en sí mismo, es una vibración de energía inagotable, pura y sutil que actúa sin cesar en todo el universo alcanzando a todos los mundos y a sus criaturas , y esta inconmensurable obra la realiza de un modo inteligente y perfecto, con un carácter permanente de creación y de renovación. Esto lleva a comprender la existencia de ese Ser origen y causa de todo cuanto existe, al que llamamos Dios, y esta existencia se comprueba al analizar y sentir la Perfección, la Inteligencia y el orden que rige toda la Creación y la Naturaleza, desde el macrocosmos al microcosmos, incluyendo lo más íntimo del ser humano que lo siente reflejar y manifestarse en su corazón. Se podría afirmar que el Amor, con mayúsculas, es la Esencia o la naturaleza misma de Dios, o que es la causa de la Vida en todas sus manifestaciones. Esta Energía Divina como ya se ha dicho anteriormente, afecta a todas las Humanidades, a todos los mundos y a la Creación entera, a los que da vida y existencia.
Bajo un aspecto más humano, el amor supone un sentimiento que nació del alma ( o que esta comenzó a reflejar), a partir de cierto grado de evolución , y que se comenzó a manifestar bajo las forma del afecto, ternura, cariño, comprensión, compasión , compañerismo y ansia de ayudar a los demás y de colaborar en la consecución de su felicidad.
Cuando se experimenta el Amor auténtico y puro , se experimenta un gozo y una dicha inenarrables; se siente una paz y una dicha indescriptible; las personas que por egoísmo aún no lo han podido comprobar, no pueden imaginar como es la sensación maravillosa que se experimenta cuando nuestro Ser sintoniza con la misma vibración amorosa y grandiosa que proviene de su Fuente de Origen.
El Amor puro cuando se siente o experimenta va sutilizando el alma poco a poco, limpiándola de las energías psíquicas negativas que porta en sí misma, debido a errores cometidos cuando el Ser actuó al margen de la Ley de Dios, cuya esencia es el Amor. Las consecuencias de estos errores van ensuciando y oscureciendo la energía del alma hasta que esta , antes o después, finalmente necesita ser depurada por la nueva sintonia con el Amor o bien por el dolor rectificador. Se podría considerar que el Amor es como la forma dulce de saldar las deudas contraídas con la Justicia Divina; la otra forma es el dolor y el sufrimiento , tan comunes en nuestro mundo cuando sustituyen al Amor en su función depuradora
Este elevado sentimiento , todavía poco desarrollado en nuestra Humanidad, conlleva en sí mismo el premio inmediato de la satisfacción y felicidad que con él se experimenta y que le da sentido a nuestra existencia.
Debemos tener presente que es muy cierta la frase que dice que cuanto mas Amor se da, más Amor se recibe, por lo que quien no haya intentado llevarlo a cabo todavía, no imagina como es el estado de felicidad y plenitud que desperdicia por no saber amar de verdad y desinteresadamente .
El Amor vence todas las barreras , porque en donde él reina, no existen las enemistades ni los recelos, y se ocultan o minimizan los defectos de los demás. Es como la llave maestra que abre corazones endurecidos y que es capaz de hacer brotar flores en donde antes solamente había abrojos. Es el verdadero poder oculto que tenemos y que es ignorado o confundido por la mayoría de las personas.
Los Seres humanos conscientes de esto nos debiéramos esforzar por mantener sentimientos de Amor hacia todo el mundo, sea quien sea, procurando darnos siempre a los demás e intentando hacer felices a todos en la medida de lo posible. De este modo estaremos conquistando nuestra propia felicidad.
El Amor auténtico, que es Divino, no exige ninguna contrapartida. Cuando se instala en nuestro corazón, solo se ama por la propia dicha de amar, libremente, gozando con la felicidad que causamos. Se ama de verdad cuando se siente de modo espontáneo y natural, sin que ningún acto positivo de voluntad tenga que ver en ello.
Solo el que sabe independizarse emocionalmente de las personas, sabrá amarlas sin ataduras emocionales, aceptándolas tal como son. Esta independencia emocional está fuera de todo apego y de toda recriminación, lo cual hace nuestro Amor mas fuerte y auténtico, por lo que la forma ideal del Amor, es aquella en que este se manifiesta libremente, en libertad y sin ninguna clase de ataduras..
No debemos confundir el Amor con los apegos; así vemos como mas o menos inconscientemente, todos nos atamos o apegamos a algo o a alguien, o bien a los deseos y a los miedos de no ser queridos o aceptados. Por lo dicho, el Amor auténtico supone una ausencia natural de apegos y por tanto de sufrimientos y de miedos por perder algo, porque el Amor así sentido y comprendido está libre de ataduras y no pone condiciones.
Cuando lo experimentamos, atrae a nuestra vida la armonía Divina , felicidad y plenitud, porque endulza la vida del Ser humano acercándolo a la Esencia Divina que es su origen. Por eso, es la base moral de las enseñanzas de Cristo y de todos los Enviados y Profetas que han venido a nuestra Humanidad para ayudarnos a evolucionar.
El Amor se manifiesta en muchas variantes que pueden ser experimentadas por el Ser humano: amor materno, amor filial, amor fraterno, amor al prójimo, bondad, resignación, misericordia, altruismo, gratitud, perdón, etc. El auténtico Amor debe ser un Amor responsable, sintiendo que tenemos que amar con la responsabilidad de servir, siendo útiles y ayudando a todas aquellas personas que lo necesiten, siendo esta la actitud propia de un Mundo de Regeneración, con la consciencia de pertenecer a una Unidad con todo lo creado.
Nos debemos amar a nosotros mismos profundamente, así como a los demás, a través del reconocimiento de la parte Divina que conforma la Esencia de cada Ser humano. (Recordemos que esa Esencia es herencia directa de nuestro Padre Común: Dios)

¿El afecto también es Amor?

El afecto no es realmente Amor Divino, pero es un primer paso para la llegada de este. Es una variante del mismo que puede nacer desde la simpatía, agradecimiento, etc., pero no se le debe confundir con el auténtico Amor. El afecto supone un sentimiento mas o menos fuerte de atracción y de simpatía por ley de afinidad entre personas que cuando es mutuo, puede suponer el comienzo de la amistad y del Amor.
Este sentimiento no tiene nada que ver con la sexualidad, por lo que se puede dar indistintamente entre personas de igual o de distinto sexo, familiares, etc.
Cuando este sentimiento va evolucionando y va creciendo, se va convirtiendo en Amor. Este se diferencia del afecto en que es un sentimiento mucho más intenso y elevado que el afecto, y es superior a cualquier otro sentimiento. Este se extiende hacia todos los seres en general , porque el auténtico y puro Amor es impersonal y se manifiesta en quien lo experimenta como un estado de felicidad intensa, en donde el Ser solo aspira a ayudar y a entregarse sin límites para contribuir al bien y a la felicidad de los demás.

-Jose Luis Martín-
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 El Amor, siendo hálito de Dios, es el alma de la Vida, y la vida del Alma.”
Divaldo Pereira Franco -