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martes, 30 de octubre de 2012

CRISIS DE LA MUERTE

Ernesto Bozzano




     Lo tomo de la revista Light (1927, pág. 230). El director de esta revista, Sr. David Gow, precedió la narración de este caso en una breve nota, de la cual extraigo los retazos siguientes:

     Los extractos que van a leerse, de los mensajes mediúmnicos, fueron sacados de un largo relato que nos envió un ministro anglicano de Nueva Escocia. El Espíritu comunicante fue, parece ser, un conocido personaje americano, que ocupó, estando en la Tierra, un alto cargo municipal. El medium, cuyo nombre se nos dio a conocer, es una distinguida señora, también muy conocida, por lo elevado de su carácter y por la excelencia de sus facultades mediúmnicas.

     El Espíritu comenzó así:   Deseo comenzar mi relato, del día en que dejé mi cuerpo material en mi habitación de Blankville. Veía cuan grande era el dolor que despedazaba el alma de mis hijos y mucho me afligía el hallarme imposibilitado para dirigirles la palabra.

     Súbitamente verifiqué que se operaba un cambio en mí, que yo no comprendía bien. Fui presa de una extraña sensación, que aunque completamente nueva, era un tanto análoga a la que una persona experimenta cuando despierta repentinamente de un sueño profundo.

     En el primer instante no comprendía nada, dada la situación en que me encontraba. Poco a poco, sin embargo, fui percibiendo el medio que me rodeaba. Me vi. tendido, tranquilo e inmóvil, en mi lecho, circunstancia que me llenó de espanto, ya que estaba lejos de suponer que había muerto.

      Después de algún tiempo y cada vez más despierto, percibí que mi difunta mujer se hallaba a mi lado, sonriéndome, con una expresión radiante de ventura. Nuestro encuentro se daba después de una larga separación. Fue ella la que me comunicó la aterradora noticia de que estaba muerto y que ya me encontraba también en el medio espiritual.

      Me dijo que, ya desde hacía muchos días, velaba la cabecera de mi lecho, esperando el momento de recibir a mi Espíritu y guiarlo hacia la morada celeste.

     Me sentía cada vez más animado por una vitalidad nueva, como si todas mis facultades entrasen en un período de gran actividad, después del prolongado torpor en que me encontraba...

     Era la sensación de una beatitud difícil de describir... Me parecía que me había vuelto parte integrante del medio que me rodeaba. Mi mujer me tomó entonces por las manos y, así unidos, nos elevamos a través del techo del cuarto, subiendo hacia lo alto, cada vez más alto, por el espacio afuera. Mientras tanto, aunque ya estuviese alejado del medio terrestre, continuaba teniendo conocimiento de lo que sucedía en mi casa. Veía a mi hija abrumada por el dolor.

     Ese estado de alma parecía deslizarse como una nube oscura, entre ella y yo; se insinuaba en mi ser, produciendo en él un penoso sentimiento de sopor.

      Deseo que sepan que las crisis excesivas de dolor, al lado de los lechos mortuorios, constituyen una inmensa barrera que se interpone entre los vivos, que se abandonan a ellas, y el Espíritu del difunto por el que lloran.

     Se trata de una barrera real e insalvable, que no nos permite entrar en comunicación con los que se desesperan por nuestra muerte. Más todavía: las exageradas crisis de dolor retienen presos en el medio terrestre a los espíritus desencarnados, retrasándoles la entrada en el mundo espiritual.

     De hecho, es cierto, que con la muerte, cesan obligatoriamente todas las relaciones entre los Espíritus desencarnados y el organismo físico de los vivos, pero en compensación los Espíritus de los difuntos se vuelven extremadamente sensibles a las vibraciones de los pensamientos de las personas que les son queridas. Aconsejo, entonces, a los vivos que pierdan alguno de sus parientes –cualquiera que pueda ser la importancia de la perdida y del dolor correspondiente- a que, a toda costa, se muestren fuertes, controlando toda manifestación de tristeza y presentándose con aspecto tranquilo en los funerales.

     Comportándose así, determinarán una considerable mejoría en la atmósfera que los rodea, ya que la apariencia de serenidad en los corazones y en los semblantes de las personas que nos son queridas emite vibraciones luminosas que nos atraen como, en la noche, la luz atrae a la mariposa.

     Por otro lado, la tristeza da lugar a vibraciones sombrías y perjudiciales para nosotros, vibraciones que toman el aspecto de nubes tenebrosas que envuelven a aquellos que amamos. No dudéis de que somos muy sensibles a las impresiones vibratorias que nos llegan, por efecto del dolor de los que nos son queridos.

     Nuestros “cuerpos etéreos” están, efectivamente sintonizados en una escala vibratoria muy alta, que nada tiene de común con la escala vibratoria de los “cuerpos carnales”...

     Aquí no se usa la palabra para conversar. Percibimos los pensamientos en los ojos de aquellos que conversan con nosotros. Nuestro interlocutor, a su vez, percibe en nuestros ojos los pensamientos que nos acuden. De este modo percibimos integral y perfectamente el significado de los discursos de los otros, lo que no puede realizarse en la Tierra...

     Cuando llegué al medio espiritual, tuve la sensación de estar en mi casa. Parientes, amigos, conocidos vinieron todos a recibirme; todos se alegraban conmigo, por haber, finalmente, llegado a puerto. Era, pues, natural que hiciesen nacer en mí la impresión de estar en mi casa. Para adaptarme al nuevo medio, me fue preciso menos tiempo, del que me sería necesario en la Tierra, para adaptarme a un cambio de residencia...

     Aquí todos podemos obtener fácilmente los objetos que deseamos: no tenemos más que pensar en ellos, para que los creemos. En esas condiciones, debe comprenderse que nadie puede desobedecer el mandamiento de Dios: “No desearéis lo que pertenezca a vuestro prójimo.”

     Nada aquí se compra con dinero; ninguna cosa puede haber que tenga valor, si no es para aquel que la creó, destinada a su uso personal, por necesitarla. Cada uno se encuentra en condiciones de conseguir para sí, queriéndolo, todo lo que su vecino posea. Bien entendido que hablo solamente de objetos materiales de cualquier especie. Digo “materiales” para hacerme comprender, ya que semejante calificativo no se adapta a las creaciones etéreas...

     Como se ve, en estos pasajes de la narración que publicó Ligth, se encuentran las habituales concordancias, a propósito del difunto percibir su propio cadáver en el lecho de muerte; de no saber que murió; de verse con forma humana; de ser recibido por su mujer fallecida anteriormente y por gran número de otros Espíritus, que él conoció y estimó cuando vivo. Añade que, en el mundo espiritual, los Espíritus conversan por medio de la transmisión del pensamiento y que, este último, es una fuerza creadora, por la cual cada uno puede conseguir lo que necesite.

     Falta, sin embargo, una alusión a la fase del “sueño reparador”, por la que pasan los Espíritus, poco después de la muerte.

     Tampoco se alude a otro hecho, tan frecuente en los mensajes con los que aquí nos ocupamos, el de la “visión panorámica”, que tiene el muerto, de todos los acontecimientos de su vida. Lo observo simplemente, ya que, desde el punto de vista teórico, la omisión no presenta ninguna importancia. Primeramente porque los difuntos que se manifiestan no están obligados a dar una descripción completa de las circunstancias en que se encontraron después de la muerte, Y además nadie afirma que los Espíritus deban pasar todos por las mismas experiencias. Finalmente en la publicación de Ligth no hay más que una reproducción fragmentaria de los mensajes del espíritu que se comunicó; el director de la revista en cuestión lo hace así saber a sus lectores...”por motivos de falta de espacio, se suprimieron la mayor parte de las informaciones, ya muy conocidas de los espíritas”. Es, por tanto, probable que entre las informaciones suprimidas se encuentren las que acabamos de mencionar.

Otro punto interesante del mensaje que acabamos de leer, es cuando el comunicante dice que el dolor exagerado de los vivos, junto al lecho mortuorio de personas que les eran queridas, constituye un obstáculo insalvable, que impide al muerto entrar en relaciones psíquicas con los suyos, añadiendo que, por otro lado, el estado de tristeza de los vivos ejerce una influencia deplorable sobre las condiciones espirituales en que se encuentra el recién desencarnado.

Estas afirmaciones adquieren importancia por el hecho de que muchos otros Espíritus han afirmado la misma cosa. Somos de este modo llevados a reflexionar seriamente sobre la advertencia que nos llega del más allá, sobre todo si consideramos que las afirmaciones de esos Espíritus están perfectamente de acuerdo con las conclusiones de los sabios, según las cuales todo lo que existe y se manifiesta en el universo físico y psíquico puede reducirse, en último análisis, a un fenómeno de “vibraciones”.

Siendo así, hay que convenir en que es verosímil, e incluso inevitable, que las vibraciones inherentes a un estado de alma de gran dolor, sean penosas para un Espíritu que hace poco se liberó del cuerpo carnal y le impiden entrar en relación psíquica con los suyos, reteniéndolo en el medio terrestre, mientras esas vibraciones persistan.
- Ernesto Bozzano- Adaptación Oswaldo Porras-

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“La Doctrina Espírita armonizó tu pensamiento porque explica que el hogar es un instituto para la regeneración y el Amor, donde vuelves a convivir con los amigos y los adversarios de las existencias pasadas, a fin de edificar un futuro mejor".   Chico Xavier/Emmanuel






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