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sábado, 7 de enero de 2012

El suicidio




     Lamentablemente hay vidas con grandes enigmas, con mucho sufrimiento, y el suicidio es a veces, cuando se carece de conocimiento, el recurso, de los débiles para huir del mal que los inunda.
 El suicidio es el recurso que el hombre utiliza para intentar escapar de las frustraciones de la vida, pero todos sabemos  que no se exime, en absoluto  de ninguna de las amargas situaciones  que lo disgustan, más bien acumula nuevas desdichas, quizás más ardientes y punzantes, al bagaje  de los males  que lo afectan; lo que le habrían sido ciertamente soportables  si una solida educación moral, sustentada en el cumplimiento del Deber,  le inspirase sus acciones diarias.
     Es por eso, que es un deber esclarecer que una educación orientadora, consejera, salvadora de desastres, es la que el hombre debe encontrar en el ambiente terrenal, al que fue llamado  a realizaciones imperiosas,  son instrucciones y enseñanzas  capaces  de conducirlo  a las alboradas redentoras del Bien y del Deber.
     El viajero incauto que prefiere desperdiciar la oportunidad bienhechora proporcionada por la Divina Providencia con vistas a su engrandecimiento moral y espiritual, introduciéndose en las sombras que proporcionan los vicios y la degradación lo impelen irremediablemente  a la caída en el abismo.
    En el torbellino de las atracciones mundanas, como en el choque de las desgracias que lo atormentan; en la lucha con las vicisitudes diarias inalienables al medio en que realiza las experiencias para su progreso; como en la fruición de las dulzuras suministradas por el hogar prospero y feliz, jamás se le ocurre al hombre emprender cualquier esfuerzo que lo conduzca a la iluminación interior de sí mismo, a la reeducación moral, mental y espiritual, cuya necesidad  inapelable se impone en el porvenir que su propio espíritu será llamado a conquistar mediante el orden natural de las Leyes de la Creación.
      El hombre ignora en lo general, no comprende  que posee un alma  dotada de los gérmenes  divinos que le permiten  adquirir excelentes prendas  morales y cualidades  espirituales eternas, “gérmenes  cuyo desenvolvimiento le cabe realizar y perfeccionar a través del glorioso trabajo de ascensión hacia Dios, hacia la Vida Inmortal.  Ignora  que es precisamente en el cultivo de esos dones  en donde reside el secreto de la obtención perfecta  de los ideales  más caros que calorice, de los venerados sueños que suspira con concretizar. Que despreciando al ser divino que en él palpita, que es él mismo,  que es un espíritu inmortal, descendiente del Todo Poderoso, se da voluntariamente  a la condenación por el Dolor, lanzándose  por los ominosos desvíos  de la animalidad y quizás del crimen, que lo llevan por lógica y razón  a las reparaciones  y a las experiencias dolorosas en ineludibles reencarnaciones; si por el contrario hubiese resistido la jornada ascensional, se le haría  más suave si meditase profundamente, procurando investigar  su propio origen y el futuro que le compete alcanzar dentro del dolor que le aflige.
     Es la ignorancia fatal la que conduce a la desoladora situación en la que se aflige el alma frustrada, que destruye el cuerpo material, a través del suicidio, pero no desaparece  como desea, el suicida, ni se ha liberado de los sinsabores que lo desesperan. ¡Viven! ¡siguen viviendo! ¡Viven para siempre! Ya que el alma vive por toda la consumación de los Siglos es una vida inmortal, que jamás, jamás se extinguirá dentro del ser, que jamás dejará de proyectar  sobre su conciencia el impulso irresistible  hacia el frente, hacia el más allá…
     El hombre es lumbre de valor inestimable, fecundad por el Foco Eterno que se derrama de Su Inmortalidad sobre toda la creación que de Si irradio, concediéndole las bendiciones del progreso a través  de los evos, hasta alcanzar la plenitud  de la gloria  en la comunión suprema de Su Seno.
     Muchas veces, la solución a los problemas que llevan al suicidio se encuentra a dos pasos de distancia, surgiría el socorro de la Providencia más pronto de lo que se podría pensar, pero ya es demasiado tarde, el hecho está consumado, llegando a la conclusión de lo fácil que habría sido la victoria  y hasta la felicidad,  si hubiera buscado en el Amor a Dios la inspiración para soportar los dictámenes de la existencia que desgraciadamente destruyo.
     El suicida es un espíritu criminal, fallido en los compromisos que tenia para con las Leyes sabias, justas e inmutables establecidas por el Creador, quien se ve obligado a repetir la experiencia en la Tierra, tomando nuevo cuerpo, toda vez que destruyo aquel que la Ley le confió como instrumento de auxilio en la conquista de su propio perfeccionamiento. El cuerpo es un deposito sagrado que el hombre debe estimar y respetar, al que no debe destruir, cuando le falten las fuerzas  para llevar a cabo los compromisos que adquirió en la vida planetaria, tomados antes de su nacimiento en presencia de la propia conciencia y ante la Paternidad Divina  que le suministra Vida y medios para tanto.
     Nada se pierde en el reino de nuestro Padre, nuestros sudores y nuestras miserias, forman el tesoro que nos hará ricos en las esferas superiores, en donde la luz sustituye a las tinieblas y en donde el más desnudo, será quizás el más resplandeciente.
   Amigos ayudemos a nuestros hermanos que están en condiciones de dolor y desespero, llevémosle el mensaje con la palabra sincera y esclarecedora y el socorro eficiente del recurso divino, donde emana a todas horas las fuerzas para resistir los embates de la vida.
- Merche-
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