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martes, 14 de junio de 2011

Preocupaciones

Alipio Gonzalez



  Cuando enfrentamos diversos desafíos en lo cotidiano, algunas veces  nos sorprendemos  en  estado de preocupación.
Son las cuestiones domésticas, las profesionales, las sociales. Son muchas cosas  las que pesan sobre nuestros sentimientos, nuestros pensamientos, nuestro humor.
Son problemas que envuelven a los hijos, el vestibular, el viaje al exterior,  el nuevo curso que el deberá comenzar. Son tantas las incertezas…
¿El chaval conseguirá superar   todas las etapas?  ¿y si no lo consigue, cómo reaccionará?
La hija comienza a enamorarse.  ¿Acertará esta vez?  ¿Y si no lo hiciera, caerá nuevamente en la depresión?
El nuevo jefe tiene ideas diferentes de las nuestras a respecto de muchas cosas. ¿Cómo se reflejará esto en nuestra carrera? ¿Estará garantizado nuestro empelo?
¿Y cómo preparar la fiesta de aniversario? ¿Estará todo listo a su tiempo?
Vale  parar un poco y meditar a respecto de ese fenómeno que se llama preocupación y que consume muchas de nuestras energías.
Si la causa es válida, vamos a convertir esta preocupación en acciones positivas, en vez de rumiar en el desafío que se presenta.
Si la causa de la preocupación no fuera legitima, si nuestro estado psicológico se prende al deseo de posesión, los celos, la falta de fe en Dios o cualquier fantasía nocivos para la salud del alma, desliguémonos de esa sintonía, que solamente  nos traerá la desesperación, el dolor, la indiferencia.
Si persistimos en el estado de preocupación, podremos adolecer  o realizar actos, de los que más tarde nos arrepentiríamos.
Cuando alimentamos exagerado deseo de posesión o cuando elegimos objetos como puntos de felicidad, podremos perder el exacto objetivo de nuestra vida en la Tierra.
Al final, no nos encontramos aquí para sufrir, más si para disciplinarnos, para educarnos y utilizar bien lo que nos llegue y como llegue.
De ese modo, estudiemos con claridad los motivos de nuestras preocupaciones y consideremos que el Celeste Amigo ya prescribió, hace mucho tiempo, que a cada día ya le basta su mal.
En la certeza de que estamos en el mundo  con el fin de aprender, crecer y amar, no nos permitamos sucumbir ante problemas de salud, dificultades financieras, mal entendidos o cuestiones familiares.
Aprendamos a resolver uno después de otro los problemas, recordando que, algunas veces, el tiempo  es el mejor remedio para las dificultades.
Entreguemos nuestras preocupaciones al Creador y marchemos adelante, aguardando las luces de los nuevos días, que siempre brillan  después de las horas de sombra y desaliento.

* * * * * * * * * *
Dios conoce nuestras necesidades y a ella provee, como sea necesario.
El nunca deja abandonado al que en El confía.
Si  no siempre nos da el auxilio material, siempre inspira las buenas ideas para que encontremos los medios de salir de la dificultad.
Es la Divina Providencia, siempre  alerta y listos.


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