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martes, 31 de mayo de 2011

CIENCIA:LOCURA DIVINA: PSICOLOGÍA, ESPIRITUALIDAD Y PSICOSIS

Stanislav Grof


Por Stanislav Grof  de su libro "El Poder Curativo de las Crisis

"Detonadores de las crisis de transformación. En algunos casos, es posible identificar la situación que parece haber provocado la emergencia espiritual. Puede ser un factor principalmente físico, como una enfermedad, un acci­dente o una operación. En otras ocasiones, un esfuerzo físico agotador o una prolongada falta de sueño puede ser el deto­nador inmediato. En las mujeres, puede ser el parto, un parto malogrado o el aborto; también hemos visto situaciones en las que el comienzo del proceso coincidió con una experien­cia sexual excepcionalmente intensa. Ocasionalmente, el inicio de una emergencia espiritual puede ser el resultado de una fuerte experiencia emocional. Puede tratarse de la pérdida de una importante relación, como la         muerte de un hijo o de un pariente cercano, el fin de una re­lación amorosa o el divorcio. Igualmente, una serie de fraca­sos, como ser despedido de un trabajo o la pérdida de una propiedad, puede preceder el desencadenamiento de una cri­sis evolutiva. En personas predispuestas, la "ultima gota" pue­de ser una experiencia con drogas psicodélicas o una sesión de psicoterapia existencial. Sin embargo, uno de los catalizadores más importantes de la emergencia espiritual parece ser la implicación profunda en alguno de los métodos de meditación y de las prácticas espirituales. Repetidamente hemos tenido contacto con per­sonas cuyas experiencias extraordinarias ocurrieron durante la práctica del Zen, de la meditación budista Vipassana, del Kundalini Yoga, de ejercicios sufíes, o de la oración cristiana y la contemplación monástica. A medida que las diversas disciplinas espirituales orientales y occidentales ganan po­pularidad a ritmo acelerado, cada vez más personas parecen experimentar crisis transpersonales; ésta es una razón más para que la comprensión y el tratamiento adecuados de las emergencias espirituales sea un asunto de importancia cre­ciente.

Emergencia espiritual. Mapas internos de la emergencia espiritual.

El espectro existencial de las emergencias espirituales es extremadamente rico: abarca emociones intensas, visiones y otros cambios de percepción, procesos no habituales de pen­samiento, junto con síntomas diversos que incluyen desde temblores hasta sentimientos de ahogo. No obstante, hemos observado que el contenido de estas experiencias parece cir­cunscribirse a tres categorías principales: el primer grupo abarca experiencias estrechamente relacionadas con la histo­ria de la vida del individuo, y es conocido como la categoría biográfica. La segunda categoría gira en torno a los temas de la muerte y el renacimiento; la estrecha relación con el trauma del nacimiento biológico otorga a este grupo el nombre de perinatal. La tercera categoría está mucho más allá de los lí­mites de la experiencia humana ordinaria y se halla relacio­nada muy de cerca con el inconsciente colectivo junguiano; llamamos a estas experiencias transpersonales porque impli­can imágenes y motivos que parecen tener su fuente al mar­gen de la historia personal del sujeto en cuestión. Los aspectos biográficos de las emergencias espirituales implican revivir y sanar acontecimientos traumáticos de la vida de la persona de que se trate. El afloramiento de recuer­dos importantes de la infancia, como el abuso físico o sexual, la pérdida del padre, de la madre o de un ser querido, el en­cuentro cercano con la muerte, la enfermedad o una opera­ción, y otros acontecimientos difíciles pueden jugar a veces un papel importante en las crisis de transformación. Este te­rreno ha sido explorado y cartografiado a fondo por terapeu­tas orientados hacia la biografía de la persona y, por ello, no requiere una exposición más amplia en estas páginas. El siguiente nivel de experiencias en la emergencia espiri­tual es el perinatal (del griego peri, que significa "alrededor" o "cerca de" y del latín natalis, que significa "concerniente al nacimiento"). Este aspecto de la emergencia espiritual se centra en los temas de morir y renacer, y se desarrolla según un modelo que comporta una estrecha relación con las fases del nacimiento biológico y que parece implicar un revivir el re­cuerdo de la propia venida al mundo. Como la mayoría de nosotros no recordamos consciente­mente nuestro propio nacimiento, nos es difícil creer que la experiencia de ser renacidos tenga algún impacto en la for­mación del ser humano. Los descubrimientos recientes, sin embargo, sugieren lo contrario. El incipiente movimiento pe­rinatal en el campo de la psicología, cuyos orígenes se en­cuentran en las teorías del discípulo de Freud, Otto Rank, y que ha cobrado fuerza a partir de las investigaciones de David Chamberlain y otros profesionales, afirma con fundamento que la memoria enterrada del trauma del nacimiento ejerce un profundo efecto en la psique y que puede resurgir poste­riormente a lo largo de la vida.


 Revivir el recuerdo del nacimiento desemboca con fre­cuencia en la preocupación por la muerte y en imágenes rela­cionadas con ésta, que reflejan al mismo tiempo que el nacimiento es un acontecimiento difícil y amenazante para la vida, y que en sí mismo supone la "muerte" del periodo prenatal de existencia, la única clase de vida que el feto ha experimentado hasta entonces. Las personas que reviven el trauma del naci­miento sienten que sus vidas están siendo biológicamente ame­nazadas; este sentimiento alterna o coincide con experiencias de lucha para nacer o liberarse de alguna especie incómoda de reclusión. Los miedos de volverse loco, de perder el control, e incluso de muerte inminente, pueden hacerse tan intensos en este estado que se asemejan a los estados psicóticos. Estos episodios tienen frecuentemente reminiscencias es­pirituales, que se viven como intensas aperturas místicas y una nueva conexión con lo Divino. En muchas ocasiones és­tas se entremezclan con motivos psicológicos del inconscien­te colectivo, que Jung describió como arquetipos, sugiriendo de manera fascinante que el nivel perinatal de la mente re presenta, de alguna manera, el puente entre el inconsciente colectivo y el inconsciente individual.


 Como muchos de los temas y facetas cautivantes de esta clase de emergencia espi­ritual y su relación con el nacimiento biológico trascienden el alcance de este libro, se puede encontrar una exposición más detallada en la obra de Stanislav Grof, The Adventure of Self­Discovery. Además de los contenidos biográficos y perinatales, mu­chas emergencias espirituales tienen un componente signifi­cativo de experiencias que pertenecen a la tercera categoría: episodios que son claramente espirituales o "transpersona­les". La palabra transpersonal se refiere al hecho de trascen­der las fronteras ordinarias de la personalidad e incluye mu­chas experiencias que se han llamado espirituales, místicas, religiosas, ocultas, mágicas y paranormales. Como estos tér­minos están asociados con muchos errores populares, es su­mamente importante comprender adecuadamente el terreno de lo transpersonal para poder valorar correctamente los pro­blemas relacionados con las emergencias espirituales. La mejor manera de empezar nuestra exposición en este campo de experiencia es definir los factores que nos atan y nos limitan en la vida diaria, impidiéndonos contactar con la dimensión transpersonal. En los estados ordinarios de con­ciencia nos vivimos a nosotros mismos como seres físicos, cuerpos materiales encerrados en nuestra piel. Alan Watts, el famoso filósofo que popularizó el pensamiento religioso oriental entre el público occidental, se refería a esta situación como "la identificación con el ego encapsulado en la piel". Con nuestros cinco sentidos ordinarios nunca podemos expe­rimentar sino lo que está sucediendo "aquí y ahora", los acon­tecimientos presentes en nuestro entorno inmediato. No po­demos ver los acontecimientos de los que estamos separados por una montaña, oír las conversaciones mantenidas en una ciudad remota o sentir la suavidad de la piel de un cordero si no la tocamos. Estas limitaciones parecen no se tener que aplicarse en los estados no ordinarios de conciencia. 


Cuando entramos en el campo de lo transpersonal, podemos experimentar aconteci­mientos remotos en el tiempo y en el espacio tan vívidamen­te como si estuvieran sucediendo aquí y ahora. Podemos par­ticipar en escenas con nuestros antepasados, antecedentes ani­males, o incluso personas de otros siglos y otras culturas que no tienen una relación ancestral con nosotros. Nuestros límites personales parecen fundirse y podemos llegar a identificarnos con otras personas, grupos de gente o toda la humanidad. De hecho, podemos sentir que nos trans­formamos en entidades que ordinariamente percibimos como objetos fuera de nosotros, como personas, animales o árboles. En los estados transpersonales pueden ocurrir experiencias muy realistas y exactas de identificación con diversas formas de vida, e incluso con procesos inorgánicos, como los acon­tecimientos subatómicos descritos por la física cuántica. Pero el contenido de las experiencias transpersonales no se limita al mundo de las cosas que existen en nuestra realidad cotidiana. Incluye elementos que la cultura occidental no acepta como objetivamente reales: podemos encontrar dioses, demonios, espíritus-guías, habitantes de otros universos, o fi­guras mitológicas, que nos parecen tan reales como las cosas que encontramos en nuestra vida de todos los días. Así, en el estado transpersonal, no diferenciamos el mundo de la "reali­dad consensuada", o el mundo convencional cotidiano del reino mitológico de las formas arquetípicas. Esta afirmación puede parecer absurda al lector escéptico educado en la tradición de la ciencia occidental. ¿Por qué son importantes estas experiencias y de qué manera son relevantes para el tema de la emergencia espiritual? El hecho de que los fenómenos transpersonales parezcan reales y convincentes no quiere decir que deban tomarse en serio. Nuestros cerebros tienen una capacidad fantástica para almacenar con toda clase de detalles fotográficos todo lo que hemos oído, leído o visto en los libros, las películas y la televisión. ¿Por qué no sería po­sible que simplemente elaborásemos a partir de este material increíblemente variado innumerables secuencias diversas, que no tienen mayor significado ni relevancia? ¿No es un desper­dicio de tiempo prestar tanta atención a estos fenómenos? Este punto de vista, por lógico que parezca, no resiste la prueba de las evidencias existentes. Los investigadores que han estudiado seriamente las experiencias transpersonales han llegado a la conclusión de que son fenómenos extraordina­rios que desafían el fundamento mismo de la visión del mun­do tradicional occidental. Las experiencias transpersonales no pueden ser explicadas como productos de procesos neurofi­siológicos dentro del marco científico tradicional, que sostie­ne que la conciencia reside únicamente en el órgano que se halla dentro de nuestros cerebros. La principal razón para esta conclusión es la observación frecuente de que en las experiencias de esta clase podemos, sin intervención de los sentidos, llamar a otras fuentes de in­formación sobre el universo que están fuera de los límites convencionalmente definidos de la psique individual. Las ex­periencias que incluyen a nuestros ancestros y acontecimien­tos de la historia de nuestra raza, episodios de vidas en otras culturas, y secuencias que tienen la cualidad de recuerdos de otros periodos de vida, suelen comportar descripciones deta­lladas de los trajes, las armas, los rituales y la arquitectura de las estructuras sociales de épocas históricas con las que nun­ca hemos estado personalmente en contacto. Las experiencias de identificación con diversos animales o con los animales de los que procedemos pueden proporcionar comprensiones extraordinarias relativas a la psicología, los instintos, los hábitos y la manera de cortejar de los animales. Con frecuencia puede surgir información nueva y fascinante a partir de experiencias relacionadas con plantas o con procesos inorgánicos. Dicha información está típicamente por encima del nivel de conocimientos de la persona que la recibe.Sin embargo, la evidencia más convincente de la autenti­cidad de los fenómenos transpersonales proviene del estudio de las experiencias de salida del cuerpo, durante las cuales se puede sentir que la propia conciencia se ha separado del cuer­po y puede viajar y observar acontecimientos que suceden en lugares remotos.


 La exactitud de las observaciones hechas en los estados "fuera-del-cuerpo" han sido corroboradas repetidamente por los investigadores que estudian las experiencias al borde de la muerte, que frecuentemente comportan fenó­menos de salida del cuerpo.Lo más asombroso es que incluso las experiencias trans­personales que incluyen entidades y campos que no son rea­les según la visión occidental del mundo pueden vehicular in­formaciones absolutamente nuevas. Los detalles exactos pro­cedentes de tales experiencias han sido verificados por una investigación en la mitología correspondiente de las socieda­des en cuestión. (Como ya señalamos anteriormente, fueron tales observaciones las que condujeron a Jung al descubri­miento del inconsciente colectivo).Aunque queda fuera del alcance de este ensayo profundi­zar en los detalles de las evidencias y proporcionar ejemplos concretos, esperamos que este breve bosquejo haya logrado mostrar que las experiencias transpersonales, que juegan un papel primordial en las emergencias espirituales, son aconte­cimientos extraordinarios que merecen un serio estudio. (Los lectores que estén particularmente interesados en esta inves­tigación pueden encontrar más información en las obras de Stanislav Grof, Psicología Transpersonal. Nacimiento, Muer­te y Trascendencia en psicoterapia y The Adventure of Self­.) Seria un grave error rechazar estos estados de la mente como si fueran productos irrelevantes o insignificantes de la pa­tología del cerebro. Desde un punto de vista práctico, es más importante en los estados transpersonales su extraordinario potencial tera­péutico y de transformación que la autenticidad de la infor­mación recibida. 


Muchas dificultades psicológicas y emocio­nales son causadas por recuerdos olvidados de acontecimien­tos traumáticos de la historia personal. Sin embargo, parecen surgir otras complicaciones de la información aterrorizadora o amenazante que se encuentra justo bajo el umbral de la aten­ción consciente en los terrenos perinatal y transpersonal. Aquí se incluyen las evocaciones traumáticas del nacimiento y las que parecen pertenecer a "vidas pasadas", la identificación con animales heridos, los arquetipos diabólicos, y muchos otros fenómenos. Cuando mediante diversas técnicas dejamos emerger este tipo de manifestaciones a la conciencia, para ex­perimentarlas plenamente y analizarlas de cerca, pierden el poder perturbador que ejercen en nuestras vidas en caso con­trario, y se pueden solventar los problemas crónicos psicoló­gicos, e incluso físicos, cuyos orígenes eran previamente des­conocidos. De manera similar, también tienen un extraordinario im­pacto curativo directo las experiencias positivas y liberado­ras, como la recuperación de recuerdos intrauterinos felices o los sentimientos de unidad y de unicidad con la naturaleza, las demás personas y lo divino. Con frecuencia nos propor­cionan una mayor sensación de bienestar, una nueva pers­pectiva de nuestras dificultades inmediatas, y un sentimiento más amplio de dirección y de objetivos en la vida. Estas po­sibilidades extraordinarias nos impulsan a tratar las emer­gencias espirituales con gran respeto y a cooperar para reali­zar plenamente su enorme potencial curativo y de transfor­mación.


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