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jueves, 6 de enero de 2011

Vivir con Jesús


Alrededor de hace dos mil años atrás vivió entre nosotros alguien que nos amaba mucho y que Se tornaría, indudablemente, nuestro mayor Modelo de vida.

A pesar del corto pasaje como  hombre encarnado, Jesús dejo un mensaje que crecería a través de los siglos. Hoy, numerosas religiones Lo tiene como referencia en casi todos los puntos de la Tierra.

El habló a todos sin distinción: pobres, ricos, poderosos, gente del pueblo. No demostraba preferencias, eligiendo entre Sus apostales a pescadores sin instrucción formal  y hombres letrados, como Mateo.
Eligió entrar en las casas de personas de haberes materiales humildes más, también en casa de hombres ricos, pues entendía que todos precisaban oír Sus palabras.

Valoró a las mujeres en una época en al cual ellas eran consideradas una posesión  de los padres o de los maridos. Entre Sus seguidoras estaba Juana de Cusa, esposa de un hombre de poder  político  de la época y María de Magdala, que cambio de vida al conocer-Lo.

Jesús usaba unas veces palabras dulces, otro lenguaje figurado,  o palabras duras. Recibió, para dialogar, doctores de la ley tales como Nicodemo a quien no negó enseñanzas.

Su vida de predicación fue corta, más El era un perfecto ejemplo de lo que hablaba y, sin duda, esto impresionaba a todos los que Lo conocían.

En Sus últimos momentos no mostró rebeldía o deseo de venganza, al contrario, pidió a Dios que perdonase a todos, en una inmensa demostración del amor.

Muchos de los primeros cristianos, aun mismo sin haber-Lo conocido directamente, muchos Lo miraban  y no titubeaban en abdicar de la vida física en nombre De Aquel a quien  seguían.

Juana de Cusa, en el momento que era martirizada por medio del fuego, responde a su  verdugo cuando le preguntó si su Maestro solo la enseñó a morir, diciendo que El también la había enseñado a perdonar  a quien le quitaba la vida.


* * *
 Hoy, después de tantos siglos, amar a Jesús  no nos hace correr riesgos. Los tiempos son otros.           

Hoy, el gran desafío es vivir conforme las enseñanzas de Jesús, en un mundo en el cual prospera el materialismo, el apego al poder  a cualquier costo y,  en el cual los valores morales parecen desconocidos para muchos.

La decisión es personal: nadie puede obligarnos a seguir-Lo, ya no más  como  los apóstoles o como los mártires, más si como las personas que valorizan la rectitud moral y que saben amar.

Si,  la gran enseñanza del Jesús fue el amor. Si amamos realmente a nosotros mismos, no nos permitimos  la autoagresión a través de los vicios, sean morales  o físicos. Si nos amamos, buscamos la educación moral e intelectual.

Si amamos a nuestros semejantes, nunca nos permitiremos ser deshonestos, la rabia, la envidia, y, mucho menos, la indiferencia.

Si amamos a Jesús, buscamos la luz dentro de nosotros mismos, comprendiendo que vivir es aprender a servir para el bien.

No es difícil entender que para vivir  con el Guía de la tierra en integrada experiencia, debemos desenvolver en nuestro carácter lo que existe de más sobrio, de más lucido y grandioso, encajándonos en la verdadera educación.

* * *
 Cuando la educación del intelecto y del sentimiento se constituya en una ruta bien aventurada para todos, la aproximación real  con nuestro Sublime Conductor se hará  de manera consciente, noble e irreversible.

Reflexionemos sobre Jesús y sobre la decisión de vivir con Él, en la búsqueda de la felicidad real y verdadera.

Redacción de Momento Espirita

Reencarnación y Karma

Edgard Cayce

¿Qué dicen las lecturas de Edgar Cayce sobre la reencarnación y el karma?


Edgar Cayce realizó su primera lectura en 1901, acerca de un problema de salud, que le concernía personalmente. Luego dictó muchas más, pero el concepto de la reencarnación no apareció hasta 1923, en una sesión ejecutada para Arthur Lammers, impresor en Dayton, Ohio. Conviene mencionar que una lectura había abordado la cuestión doce años antes; no obstante, la alusión se ignoró durante mucho tiempo, pues nadie en el entorno de Cayce conocía el concepto en aquel entonces. A fin de cuentas, la reencarnación fue el objeto de casi dos mil lecturas psíquicas, denominadas "lecturas de vida". Constituye el segundo gran tema evocado por Cayce en trance.

    En esencia, ¿qué es la reencarnación? Es la creencia de que cada uno de nosotros pasa por vidas sucesivas, con el propósito de crecer en espíritu y de recobrar la plena conciencia de su naturaleza divina. El punto de vista de Cayce excluye la metempsicosis o transmigració n de las almas, según la cual los humanos pueden reencarnarse en forma animal. A la vez, provee un marco filosófico para el pasado, poniendo especial énfasis en la manera de asumir nuestra existencia actual: debemos vivir el momento presente, procurando desarrollarnos espiritualmente y ayudarnos los unos a los otros. Las lecturas enseñan que el recorrido que hemos efectuado nos ha traído al punto en que nos encontramos. Sin embargo, lo esencial no es quiénes hemos sido o qué hemos hecho antes, sino cómo reaccionamos frente a las oportunidades y a las pruebas que surgen ahora mismo, dondequiera que nos hallemos. En efecto, nuestras elecciones y conducta del momento, provenientes de nuestro libre albedrío, son las que realmente importan. La perspectiva de Cayce, para nada fatalista, abre horizontes casi ilimitados.

    En las lecturas, Cayce señaló también el peligro de comprender incorrectamente la reencarnación. Indicó que ciertas teorías alteraban su verdadero significado. En particular, todas las que no reconocían la libre voluntad creaban lo que llamó "un monstruo kármico", es decir una idea errónea que no tomaba en cuenta los hechos auténticos, ni la estrecha conexión existente entre el karma, el libre albedrío, el destino y la gracia.

 Aún hoy en día, mucha gente interpreta, de manera equivocada, la reencarnación como un eslabonamiento o una concatenación ineluctable de experiencias y de relaciones que nos impone nuestro karma. Si así fuera, nuestras decisiones anteriores nos obligarían a seguir una trayectoria marcada con acontecimientos específicos, y nuestro porvenir ya estaría fijado. Esta visión difiere totalmente de la de Cayce, pues las lecturas destacan que el pasado no proporciona sino una coyuntura posible o probable. Muestran que, lejos de ser meros espectadores, a veces reticentes, desempeñamos un papel dinámico en el desenvolvimiento de nuestra propia existencia.

    La palabra "karma" es un término sánscrito que significa "obra, hecho o acto". A menudo se le da el sentido de "causa y efecto". Las lecturas concuerdan con esta acepción, pero añaden la noción filosófica inédita y exclusiva de que el karma puede definirse como una memoria. Por ende, no se trata de una "deuda" que tenemos que pagar conforme a algún criterio universal, ni de una serie de experiencias determinadas por nuestras previas acciones, buenas o malas. El karma es sólo una memoria, una fuente de información que incluye elementos 'positivos' y otros aparentemente 'negativos', en la cual el subconsciente busca los datos que utiliza en el presente.

Esto explica, por ejemplo, las afinidades o las animosidades espontáneas que sentimos por ciertas personas. Aunque esa memoria subconsciente se refleja en nuestra fisonomía e influye en nuestros pensamientos, reacciones y decisiones, siempre podemos recurrir al libre albedrío para orientar nuestra vida.

    Las lecturas de Cayce mencionan que cuando fallecemos, no nos reencarnamos de inmediato. Puesto que lo que llamamos subconsciente en el plano físico viene a ser nuestro consciente en el más allá, el alma recapitula todo lo que ha atravesado y escoge, entre las lecciones que debe aprender, las que se siente capaz de asumir ahora a fin de seguir su evolución. Entonces aguarda el momento propicio para renacer en la tierra. Ordinariamente, elige un entorno que ha conocido antes. En cada nueva vida, opta por un cuerpo masculino o femenino, según el objetivo de su encarnación. Además, selecciona el ámbito y las condiciones (padres, familia, lugar, época, etc.) que le permitirán perfeccionarse y cumplir con lo que espera realizar. Sin embargo, sus experiencias dependerán de la forma en que emplee su libre albedrío dentro de ese contexto. En efecto, podemos considerar nuestras tribulaciones como obstáculos e impedimentos o, por el contrario, transformarlas en situaciones beneficiosas, en oportunidades de elevar nuestro nivel de conciencia. El proceso de reencarnación continúa hasta que logremos personificar el amor universal en el mundo y expresar nuestra esencia divina en todos los aspectos de la vida terrenal.

    Conviene notar que talentos y cualidades nunca se pierden, de modo que las facultades cultivadas en cada encarnación se suman al capital del futuro. Por ejemplo, el don de los niños prodigios es el resurgimiento de un talento ejercitado en una o varias existencias previas. Asimismo, un excelente profesor de literatura podría haber sido escritor, historiador y copista en vidas anteriores. De hecho, nuestras aptitudes se manifiestan en función del motivo de nuestra encarnación actual.

    Las lecturas revelan que el karma no se instaura entre los individuos, sino únicamente con uno mismo. En otras palabras, "uno siempre se enfrenta a sí mismo" [1]. En consecuencia, el curso de nuestra existencia se basa en las decisiones que tomamos a fin de responder a la coyuntura que nosotros mismos hemos suscitado. No obstante, la noción más difícil de entender es que, en general, se nos brinda la posibilidad de resolver nuestros propios problemas kármicos a través de nuestras interacciones con los demás. Por esta razón, en lugar de aceptar la plena responsabilidad de nuestros fracasos y decepciones, tendemos a imputárselos a otros.

    Así nuestro karma nos es personal, pero nos sentimos constantemente atraídos, por la gente o los grupos que nos ofrecen ocasiones favorables de asumirlo. De manera similar, ellos se acercan a nosotros en su recorrido individual para satisfacer su memoria kármica. Por lo tanto, nuestras relaciones con los demás nos permiten enfrentarnos a nosotros mismos y vivir sucesos que nos enseñan y nos ayudan a avanzar en el sendero espiritual. Con frecuencia, los episodios vividos en grupo reaparecen, en encarnaciones posteriores, como vínculos familiares, profesionales, culturales o étnicos. Las lecturas subrayan que nunca nos encontramos con alguien accidentalmente, porque las coincidencias no existen. Del mismo modo, no experimentamos de entrada una profunda simpatía o antipatía sino hacia personas que hemos conocido antes.

    Debemos atenernos a las consecuencias de nuestras decisiones y actitudes previas, ya que cosechamos inevitablemente lo que hemos sembrado. La Biblia dice: "Todo lo que sembrare un hombre, eso mismo cosechará". Los adeptos de la reencarnación suelen afirmar: "Atraemos lo que es semejante a nosotros". Esto implica que, algún día, tendremos experiencias análogas a las que nuestras elecciones han producido en la vida de otros.

    A diferencia de las doctrinas fatalistas que nos reservan una suerte inmutable, la teoría de Cayce asevera que somos dueños de nuestro destino. En efecto, podemos controlar nuestros pensamientos, palabras y acciones, y escoger nuestro comportamiento ante las circunstancias que nosotros mismos hemos engendrado. Comprendamos que todo lo que acontece en nuestra existencia es el fruto de nuestra propia creación, y que nuestras tribulaciones siempre contribuyen a nuestro desarrollo cuando las consideramos como oportunidades de corregir los errores del pasado o de adquirir sabiduría y entendimiento.

    Descubrir por qué nos hallamos en una u otra situación no es necesariamente fundamental: lo primordial es cómo nos disponemos a hacerle frente, pues de nuestras reacciones nacen nuestras experiencias futuras. Así, dos personas podrán adoptar una actitud muy distinta en casos comparables, por ejemplo con respecto a la pérdida de un empleo. Mientras que una se angustiará y amargará, la otra verá una ocasión inesperada de reconstruir su vida y de dedicarse a alguna actividad que le apasiona desde hace mucho tiempo.

    La reencarnación es un concepto que figura en las grandes religiones del mundo y no se limita a las filosofías orientales. Profesa la tolerancia y la compasión, contesta numerosos interrogantes y da sentido hasta a los más mínimos aspectos de la existencia. Algunos la encuentran provechosa, otros controversial. De cualquier forma, lo que los demás opinan no es pertinente. Los adeptos serios saben que todos hemos experimentado varios ámbitos, condiciones y circunstancias en el transcurso de nuestras vidas sucesivas. Ellos se sirven de la reencarnación, no para detenerse en el pasado o enorgullecerse de quizás haber gozado de notoriedad anteriormente, sino para crecer en espíritu y contribuir a mejorar el mundo en el que vivimos. Cayce ilustra esta idea en la siguiente lectura:

"Determine por qué razón está buscando esa información. Si es a fin de oír que ha vivido, fallecido y ha sido enterrado, al pie del cerezo al fondo del jardín de su abuela, ¡esto no le hará un mejor vecino, ciudadano o padre! En cambio, si es para saber que ha pronunciado palabras hirientes, de lo cual se ha sentido culpable, y que ahora puede redimirse actuando de manera justa, ¡entonces sí, vale la pena!" [Lectura 5753-2]


Libros recomendados:
·  "Múltiples moradas" ("Many Mansions" ) - Gina Cerminara
"Reencarnación: Conociendo su pasado, Creando su futuro" ("Reincarnation: Claiming Your Past, Creating Your Future" ) - Lynn Elwell Sparrow