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domingo, 19 de septiembre de 2010

Cuando hablar


CUANDO HABLAR

Las palabras bondadosas son como la miel, dulces al paladar y buenas para la salud, dice Salomón, en sus versos bíblicos:

Con los espíritus Superiores aprendemos que la palabra educada es arborecer del corazón.

Conversar es mostrar por fuera lo que existe por dentro. En fin, nuestra boca es nuestra herramienta y nuestra grandiosa oficina donde el artista es el espíritu.

De esta forma, nuestra palabra puede socorrer, estimulando a los caídos a levantarse, aquellos que duermen a despertar, a los errados a corregirse, y a los agresivos a calmarse.

Nuestras palabras son sonidos revestidos de nuestros sentimientos. Por eso, cuando hablamos a respecto del amor, hablamos de modo que nosotros mismos podemos absorber cada frase que brota del corazón.

Cuando hablamos a respecto del dolor, dejamos abiertas las ventanas del alma para comprender que amor y dolor son tan parecidos que hasta los confundimos, al verlos bien proximos.

La criatura llora de hambre y el amor le extiende el pan. El enfermo llora y el amor le extiende el remedio y le asegura el auxilio.

Cuando hablamos sobre la paz hablamos igual aunque haya rumores de guerra, para ser oídos en el más alto tono de voz.

Hablemos de la paz a quien hace la guerra tanto como para los que con nosotros vibran por la paz. Y apliquemos los métodos de la paz en nuestras vidas porque nuestras actitudes darán mayor credibilidad a nuestro verbo.

Cuando hablamos a respecto del Hambre, busquemos saciar el hambre de alguien, tanto como aprendemos a bendecir la mesa llena de nuestro café de la mañana, del almuerzo y de la comida.
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Delante de los platos que no apreciamos recordemos los que mueren de hambre, todos los días, y, en vez de murmurar por no tener nada para comer, levantémonos de la mesa, abramos el frigorífico, y escojamos algo que nos agrade para alimentarnos.

Cuando hablemos sobre la amistad, extendamos las manos y alcancemos a los amigos, a fin probar a nosotros mismos aquello que gustamos de decir a los otros.


Cuando hablemos respecto a la felicidad, creamos en ella y cultivémosla, enumerando los ítems que constituyen nuestra felicidad. Veremos, con certeza, descubrir que tenemos mayores motivos para ser felices que infelices.

Cuando habláramos a respecto de la fe, demostremos que nuestra propia vida es regida por la fe, no dejándonos llevar por el desespero, ni por la rebeldía.


Cuando, en fin, habláramos de Dios Padre que bendice a todos sus hijos, en todas las naciones, en todo el universo, por ser el excelso padre que aguarda a todos en su reino, no importando el siglo, la dimensión y el camino largo, tortuoso, o corto que hayamos recorrido para llegar hasta el.


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Aun mismo que no lo sepas, eres ejemplo para alguien.

Siempre existen personas observando tus actos y tomándolos como ejemplo, inclusive los actos menos dignos.

De ese modo, eres responsable no solo por lo que realizas, como también por lo que tus ideas y actitudes inspiren a otros individuos.

Cuida de lo que hablas y realizas, para que tus observadores edifiquen y actúen correctamente.